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Un poquito de hambre y un poquito de frío (parte 1)

Durante el inicio de la segunda década, si mal no recuerdo, se presentaron en Valledupar varias muertes de jóvenes por suicidio, en una ciudad pequeña eran noticias que sacudían a toda la sociedad puesto que casi por los mismos años hubo un accidente terrible en donde falleció de manera violenta una menor, hija de un reconocido médico de la ciudad de Barranquilla, por el acto irresponsable de un adolescente en estado de embriaguez.

Para la misma época, ya el matoneo empezaba a generar los primeros conflictos y se volvía el principal problema de convivencia de los jóvenes por encima del consumo de alcohol, drogas y el embarazo juvenil, todas por supuesto con el mismo nivel de impacto en los adolescentes; en esa preocupación generalizada varios colegios privados trajeron a la ciudad al Dr. Hernán de Zubiría, quien para la época era el presidente de la Asociación Nacional de Psiquiatría y presentó una magistral conferencia sobre lo que estaba pasando con los jóvenes, no solo en la ciudad sino en todo el país.

Inició la conferencia preguntando a los asistentes quiénes se consideraban buenos padres, la respuesta del auditorio no se hizo esperar, todos levantaron su mano, pero a medida que pasaba el tiempo cada vez menos manos se levantaban y lo que había en los rostros de los padres era preocupación y otras de frustración porque iban descubriendo que lo que pensaban que era “ser buenos padres” en realidad era todo lo contrario; algunas respuestas a la pregunta coincidieron en que ser buenos padres era darle a los hijos todo lo que ellos no habían tenido y evitar a toda costa que pasaran por lo que ellos tuvieron que pasar, es decir, carencias, hambre, frío y ausencia de juguetes costosos.

Luego preguntó por los padres que tenían hijos mayores de 10 años a los que aún debían llamarlos para que se levantaran para ir al colegio, aún les calentaban el agua para que no se bañaran con agua fría, o la mamá debía cocinar a la carta pues cada quien desayunaba algo diferente al mejor estilo de un restaurante, en este punto ya las manos se levantaban con algo de vergüenza y con algo de escepticismo como si sospecharan que la culpabilidad de lo que estaba pasando con los adolescentes estaba en casa y no en los colegios o en la televisión e internet pues aún las redes sociales no tenían el impacto que hoy tienen; el profesional lanzó una frase que dejó al auditorio en silencio, todos los presentes se llevaron la mano a la boca como si hubiese pronunciado un sacrilegio: “…los que contestaron afirmativamente a las preguntas anteriores quiero que se preparen pues están criando a los futuros antisociales de la siguiente generación”

Y luego prosiguió “Yo me crié en una casa donde mi madre decía que el desayuno era arepa y si alguien no quería desayunarla porque no le gustaba, pues sencillamente se la tapaban y se la servían en el almuerzo, había en casa además un artículo al que se le llamaba Martin Moreno, el que saca lo malo y mete lo bueno porque parte de los problemas de los adolescentes tenía como base la ausencia total de disciplina y respeto a la autoridad”, dijo además que “…existen tres tipos de padres, los padres amorosos, los padres liberales y los padres malos, y a medida que vaya avanzando se darán cuenta en cuál clasificación se encuentran ubicados”  

Para entonces el auditorio estaba sentado en la punta de la silla, algunos murmuraban entre sí el hecho de que un psiquiatra dijera entre otras cosas que a los niños que hacían berrinche había que darles “chancla” pues también compartió que a él le habían aplicado el método de Martin Moreno y la prueba era que no se había ni traumatizado  ni mucho menos suicidado; esta reflexión muy a pesar de sonar demasiado fuerte estaba desnudando una terrible realidad de crianza que está amenazando incluso la sostenibilidad de la humanidad tal como la conocemos.

En la siguiente entrega desarrollaré la tesis del Dr. De Zubiría respecto a lo que él llamó “ser padres malos para tener buenos hijos”.

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Eloy Gutiérrez Anaya: