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Un planeta para las almas

Las manifestaciones recientes de millones de jóvenes en el mundo para exigirle a los gobiernos medidas contundentes que frenen el cambio climático empiezan a poner en la masa una protesta y un trabajo que por décadas han hecho miles de personas en el planeta de manera insistente sin obtener nunca grandes victorias, digamos, victorias definitivas sobre explotaciones a grandes escalas o reducción de emisiones o, en fin, todo lo que pare el calentamiento global. Los pactos mundiales son varios, pero no han logrado resultados para ver reverdecer el planeta que habitamos y pulular las especies en vía de extinción.

Ahora la tendencia es a tomar las riendas por las propias manos y lo que antes se lograba solo a punta de un esfuerzo comunicativo y socializador por parte de las organizaciones sociales que tenían como agenda el cambio climático, ahora se logra de manera espontánea, toda vez que la causa de la destrucción del planeta a manos de los hombres se ha convertido en una preocupación esencial, que empieza a cambiar el gran paradigma de la sociedad de consumo. Hay una resistencia de las nuevas generaciones frente al consumo. Japón está a la vanguardia de este tema. En los últimos años se ha extendido la idea de una vida minimalista que encuentra sus raíces en el Zen. Desde aquí los japoneses justifican su bajo consumo como una forma de centrarse en lo vital para ser felices y con la atención puesta en lo verdaderamente importante. Hay allí una mirada interior que transforma la relación con una sociedad productora por excelencia millones de objetos de consumo. Para occidente el grito por el calentamiento global ha ido movilizando el mundo interior de a pocos, y los jóvenes empiezan a desechar una vida llena de comodidades y soluciones materiales para no seguir contribuyendo con basura que desestabilice mucho más al planeta. Ahora bien, más desde lo moralmente correcto o desde la corrección política occidente hace su apuesta para salvar el planeta y se mueve en las calles para exponer su inconformidad frente a los gobiernos, las instituciones, la industria privada, en tanto desarrolla un amor enfermizo por las mascotas que parecen convertir a las personas en mejores seres humanos, incluso frente a los que crían hijos o niños desamparados.

El planeta tierra es la mayor de las causas y la exigencia sobre los gobiernos para la defensa del mismo mediante legislaciones claras con respecto a los recursos naturales ha desatado radicalismos. En un futuro no muy lejano veremos a dos bandos en el mundo y ya no será el tema de las religiones o el petróleo, sino el tema de los extremistas por la conservación del planeta versus los explotadores del mismo. Occidente desatará una lucha por esto que llevará invasiones y guerras, poniendo todo afuera como siempre y buscando culpables, señalando enemigos, mientras oriente podría dejarse prácticamente morir al autoproclamarse indigno del honor de vivir en la tierra que le dio la vida o, permanecer en silencio, en la inacción, que también hace liberar el alma de este cuerpo que habita un planeta destruido.

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María Angélica Pumarejo: