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Un mundo de eufemismos

MISCELÁNEA

Por Luis Augusto González Pimienta

La extremada sensibilidad ha inundado el mundo de eufemismos. Tiempo atrás dejé sembrada la inquietud y puse un ejemplo sencillo: llamar “repuestica” a una gorda, como acostumbra a hacerlo un pariente, quien por condiciones innatas, es un diplomático. Sus eufemismos son antológicos.

Conviene situarnos en la definición. Según el Diccionario de la Real Academia Española, eufemismo es la manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante. Se dice entonces, pasar a mejor vida, por morirse; padecer de los nervios, por demencia.

Para reforzar la explicación, tomo prestada una definición de eufemismo concebida en lenguaje eufemístico: “Es disfrazar la realidad barnizándola con una pátina de verdades a medias con la expresa finalidad de confundir al lector con respecto a determinado aspecto puntual de la realidad que lo circunda”. En el fondo, no es sino la sustitución de palabras vulgares o de mal gusto por otras que no resulten crudas, como decirle trasero, pompis, glúteos o lugar donde la espalda pierde su buen nombre, a la palabra que empieza por ce y termina en o.

Al eufemismo se opone el disfemismo que consiste en utilizar expresiones peyorativas o negativas para describir personas, cosas o hechos. Se trata de ridiculizar lo que se nombra con algo de humor: cacharro (para referirse a un coche de lujo). También puede resultar cruel: “Ayer vino esa ‘cosa’ (el novio de la hija) a almorzar”.

El eufemismo es usual entre diplomáticos y corresponsales de guerra. Los primeros para evitar la guerra y los segundos para evitar la muerte en ella. Se dice entonces,”intervención militar” por guerra; “daños colaterales” por muertos civiles; “neutralizar al enemigo” por matarlo; “sometimiento” por rendición; “pacificación” por aplastamiento militar; “métodos de persuasión” por tortura; “liberación” por invasión.

Son eufemismos que han hecho carrera, interrupción voluntaria del embarazo por aborto; relaciones impropias por adulterio; recluso o interno por preso; establecimiento penitenciario por cárcel; crecimiento negativo por crisis económica; hacer el amor por tener sexo; medicamento por droga, y ésta por alucinógeno.

En los diferentes oficios se ha incrementado sustantivamente su uso. Es por eso por lo que a la doméstica se le dice ahora “auxiliar de servicios generales”; a una zapatería” clínica del calzado”; a una panadería “boutique del pan” y al recolector de basuras “jefe del área de eliminación de residuos sólidos urbanos”.

En lo que llaman lenguaje políticamente correcto (otro eufemismo) nos atosigan con ellos. Un ejemplo preciso es la utilización de “afrodescendientes” para referirnos a los negros. Una amiga me recordó otros que están en boga: los viejos no son viejos sino “adultos mayores”; las mujeres abandonadas, “madres cabeza de familia”; los locos, “discapacitados mentales” y una golpiza a la cónyuge, “violencia intrafamiliar”. Los secuestros que hacen los guerrilleros se denominan “retenciones” y el intercambio de delincuentes presos por inocentes secuestrados, “acuerdo humanitario”.

No tengo ni idea de cuál sería la reacción de un ciego que volviendo a ver, leyera en los periódicos que se ha creado una asociación de “invidentes”. De lo que sí estoy seguro es del soberano disgusto de las amantes, que habiendo pasado por “queridas”, han terminado en “llantas de repuesto”, cual si fueran carros que montan pilotos ajenos a la Fórmula 1.

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