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Un llamado a escuchar

“Al que responde sin haber escuchado, la palabra le es fatuidad y vergüenza”. Proverbios 18,13.

Todas las personas, especialmente los líderes, deberían conocer el arte de conversar. Por medio de sanas conversaciones se puede cultivar profundas relaciones con las personas a quienes se pretende influenciar. 

Sin el establecimiento de relaciones cercanas será muy difícil conocer las particularidades, luchas, necesidades e ilusiones de las personas. Cuando desconocemos sus necesidades, comenzamos a alejarnos de sus afectos y entramos en abstracciones o liderazgos que son poco útiles y no conducen a ninguna mejora que beneficie ni sus vidas ni su entorno. 

Uno de los aspectos que debe manejar el que desea cultivar el arte de la conversación es saber escuchar. Sin embargo, en estos tiempos de soledad y aislamiento, todos quieren hablar y pocos desean escuchar. El autor del texto del epígrafe utiliza dos adjetivos para describir las palabras del que se apresta a hablar antes de que la otra persona haya terminado de decir lo que tenía para compartir: fatuidad y vergüenza. 

El hecho de interrumpir a la otra persona cuando está hablando y exponiendo sus inquietudes, revela una falta de aprecio por la otra persona. De hecho, le estamos diciendo que lo que yo tengo que decir es más importante que lo que ellos están diciendo. Tan importante pareciera lo nuestro, que ni siquiera le damos la oportunidad de completar sus propios conceptos. 

Por otro lado, si no permito que la otra persona hable, no voy a tener la oportunidad de entender claramente lo que está tratando de compartir conmigo. Y si no tengo todos los elementos que necesito para evaluar su mensaje, ¿cómo podré responder a sus necesidades?

Son muchas las veces en las que interrumpimos a la otra persona, creyendo que sabemos lo que va a decir como si poseyéramos algún atributo especial que nos permite leer los pensamientos y adelantarnos a sus palabras e incluso terminamos completando las frases del otro. Así, caemos en el juego de adivinar las palabras e intenciones, denominado ‘Mandrakismo’, tomado de aquel personaje famoso de las tiras cómicas llamado Mandrake el mago.

Queridos amigos: ¡Cuánto más eficaz resultaría guardar silencio y esperar! Esto significa no interrumpir y resistirnos a la tentación de adelantarnos a elaborar mentalmente una respuesta antes de haber escuchado con atención. Cuando nos disponemos a escuchar atentamente, la mayoría de las preguntas que tenemos se contestan solas. Además, podemos captar el espíritu y la intención de quién nos habla, que en última instancia es la información más valiosa que podemos obtener, porque nos permitirá de manera oportuna llegar a su corazón, y eventualmente, ayudar a suplir sus necesidades. 

Esta fue la práctica del maestro de Galilea y una de las razones por las que sus dichos, palabras y enseñanzas calaron tan profundamente en el corazón de sus oyentes. Mi invitación respetuosa es a que demostremos afecto y respeto por las otras personas escuchando con atención.

Un fuerte abrazo en Cristo.

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