Buscan ayuda para rehabilitarse
Jorge Ayala de 44 años y Jairo Ballona de 18, a pesar de las diferencias generacionales, los une un destino común: los traicionó la curiosidad. Los dos llegaron a las drogas porque querían experimentar.
No tenían ni idea del daño que causan, ni de las consecuencias que podrían tener al probar por primera vez, y cuando por fin pudieron saberlo, sus cuerpos y sus mentes ya estaban presos de la adicción.
“Un amigo me ofreció un ‘cachito’ de marihuana en Hurtado cuanto tenía 14 años. La primera vez sentí miedo, porque me dio mucho mareo, pero a los 15 días la volví a probar y poco a poco me fui metiendo, luego empecé con el bazuco cada sábado en las fiestas, y después probé la cocaína”, dice Jorge con palabras entrecortadas y un rostro desencajado que revelan las huellas de 28 años de adicción.
Perdió a su esposa e hijos y luego se fue a vivir a Sincelejo donde se convirtió en expendedor por más de quince años. “Ahí si me perdí del todo y eso me llevó a la cárcel”, afirma. Fue habitante de la calle, robó para obtener droga y se transformó en una persona sin escrúpulos con tal de obtener lo que quería.
Hace tres años, regresó a Valledupar, trabajaba en el Terminalito buscando pasajeros y todo lo que conseguía era para drogarse, pero llegó un punto en que ya no aguantó más.
Jairo, un joven de aspecto tímido y dulce, estudiaba y en sus ratos libres vendía jugo de naranja en la avenida La Popa, en cuyo puesto conoció a un amigo que ‘vendía minutos’. De la mano de su amigo, conoció primero la marihuana, luego el bazuco y la cocaína. También le propuso ser expendedor de drogas, pero no aceptó.
El resto de la historia no dista mucho de la de Jorge, la diferencia es que Jairo paró a los dos años de ser consumidor.
Ahora, los dos hacen esfuerzos por superar su adicción en el hogar de paso Nacer de Nuevo.
El hogar de paso
Este hogar de paso para personas que quieren salir de las drogas y el alcohol nació hace cinco años, de mano del pastor Luis Hernández, quien está convencido de que es posible salir adelante tal como él también lo hizo. “Yo vi lo que Dios pudo hacer en mí cuando estuve en las drogas, sé que es posible y desde ese entonces estoy trabajando”, dice. Después se su rehabilitación trabajó en el CROMI y de allí salió su proyecto.
En la actualidad, este hogar, único de estas características en Valledupar, alberga a 15 hombres de diferentes edades, de estrato 0, 1 y 2. Se sostiene con el aporte que hacen los mismos familiares que desesperados acuden en su ayuda.
La mayor aspiración que tienen las personas que viven y comparten en este hogar es poder recibir en el transcurso de un año, un diploma que los declare como “Rehabilitado”. Veinte personas ya han salido con su diploma.
“Aquí nadie es retenido a la fuerza, solo están los que quieren estar”, dice el pastor Luis. Explica que las puertas siempre están abiertas para el que quiera irse.
Su trabajo quijotesco y solitario, no ha recibido hasta el momento la ayuda y el reconocimiento necesario, teniendo en cuanta que se trata de alguien que sabe por experiencia, que la mayor parte de la violencia que se genera en la ciudad, se debe a los adictos a las drogas. “Nos quejamos de la inseguridad, pero no le damos un tratamiento”, dice. Me casé pero vivo más aquí con los muchachos que con mi esposa, dice con una sonrisa.
El pastor y este grupo de hombres que a pesar de todo mantienen viva su esperanza, esperan ayuda de parte del gobierno departamental y municipal, así como de las diferentes empresas de la ciudad quienes pueden vincularse con donaciones para el sostenimiento de la casa hogar.
También necesitan del trabajo voluntario de sicólogos, sociólogos y trabajadoras sociales que quieren donar un tiempo de trabajo para este proyecto que es sin ánimo de lucro.
Son enfermos, no delincuentes
En el año 2008 el Vicepresidente de la Junta internacional de Fiscalización de Estupefacientes de Naciones Unidas, Camilo Uribe, hizo una serie de recomendaciones a Colombia con respecto al tratamiento de los adictos. “Hay que empezar a aceptar que Colombia es un país consumidor de droga y se requiere que los adictos obtengan del Estado ayuda para su rehabilitación”, dijo.
Uribe afirmó que “el país debe dar el debate de como asumir los altos costos de esas enfermedades y entender que la mayoría de conductas de violencia y delincuencia están asociadas al consumo”.
Por otra parte, según un reciente estudio elaborado por autoridades del sector educativo, con entrevistas a 100.000 estudiantes de 12 a 19 años revela que “el 80 por ciento de los estudiantes en Colombia están consumiendo alcohol y cerca del 46 por ciento consumen tabaco”.
El estudio fue realizado tanto en establecimientos privados como públicos y muestra que no existen mayores diferencias entre unos y otros, como tampoco entre hombres y mujeres.
En el caso de las drogas ilegales, la marihuana sigue en el primer lugar de consumo, con el 8 por ciento, seguida de la cocaína, con el 7 por ciento.
El 9 por ciento de estudiantes aceptan que han consumido “drogas de control” o bajo prescripción médica, como el éxtasis, son consumidas por cerca del 2 por ciento de los entrevistados. La edad media de inicio de la población está cerca de los 11 años, indica el estudio.