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Un grito desde las periferias

Desde la cálida y vibrante costa Caribe colombiana es imposible ignorar la sombra omnipresente del centralismo bogotano, que ha sumido en la desigualdad a comunidades periféricas que anhelan justicia y progreso. En esta batalla por la equidad, la descentralización no es simplemente una opción; se convierte en la fuerza vital necesaria para construir un futuro inclusivo y vibrante en todas las regiones de nuestro país.

La falta de oportunidades laborales dignas se erige como un desafío monumental para la costa Caribe. Mientras Bogotá crece en 68.000 puestos de trabajo según el DNP, y a nivel de cobertura educativa crece de a 1,09% en un año según el DANE, muchas ciudades costeras se ven privadas de perspectivas profesionales realistas. Se puede notar en Riohacha, la tercera ciudad con mayor desempleo en todo el país, con una tasa de 13,8%. Este desequilibrio no solo incita la migración hacia el centro, sino que también aviva la llama de una sensación de abandono que socava la confianza en el sistema entre los habitantes de la Costa.

La brecha educativa refleja la desigualdad entre el epicentro y las periferias. Las instituciones educativas en la region Caribe, desde sus ciudades capitales hasta sus corregimientos, a menudo carecen de los recursos necesarios para brindar una educación de calidad, dejando a las nuevas generaciones en desventaja considerable. La falta de acceso a oportunidades educativas equitativas limita sus perspectivas de desarrollo personal y profesional.

El poder político centralizado también margina a las regiones en la toma de decisiones que determinarán su destino. La participación activa de las comunidades en la política y la formulación de políticas se vuelve imperativa para forjar un país que refleje las aspiraciones y necesidades de cada rincón, así como para reconocer territorios tan distintos a una oficina de 18° de temperatura.

En este contexto, una verdadera descentralización surge como una rebelión contra la opresión. Va más allá de la distribución de recursos; implica empoderar a las regiones para abordar sus necesidades particulares. La lejanía geográfica entre la costa Caribe (y la Pacífica, el suroriente, y todo lo que no es Andino, de igual manera) y Bogotá frecuentemente resulta en políticas que ignoran las realidades regionales. La descentralización no solo exige equidad, sino también el reconocimiento y apoyo genuino a la diversidad geográfica, cultural y económica de Colombia.

Al exigir una descentralización auténtica, estamos trazando un camino hacia un futuro comprometido y próspero para todas las regiones. Cada rincón de Colombia, y hago énfasis en mi costa Caribe, tiene el potencial de contribuir plenamente al desarrollo nacional. Este grito no solo busca romper las cadenas del centralismo, sino también inspirar una unidad fortalecida y resistente en un país diverso. En este proceso, se garantiza que los jóvenes, la fuerza indomable del cambio, encuentren un espacio preponderante para dar forma a un futuro inclusivo y esperanzador.

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Tatiana Barros: