En un tiempo ya lejano estuve vinculado al diario EL PILÓN, cuando era propietario del mismo el doctor Dickson Quiroz, escribía unas cuartillas con el título ‘Crónicas de Alarco’. Hoy por gentileza de sus propietarios y de su directora, la distinguida periodista Ana María Ferrer, recobro la actividad periodística con el artículo que a continuación transcribo.
Hace varios años el país ha venido sufriendo un colapso de sus instituciones básicas. La moral pública ha vivido un quebrantamiento total de sus pilares más señalados: el narcotráfico, los movimientos insurgentes, el enriquecimiento ilícito produjeron un total deterioro de nuestro tejido social. Es así como todos los valores representativos de nuestra sociedad se han derrumbado totalmente, los cuales eran orgullo del acontecer nacional.
Hoy vemos con asombro que las instituciones nacionales, como la justicia, los cuerpos colegiados, la contratación pública, han colapsado totalmente, una sociedad inerme y casi sin salida se debate entre la desesperanza y la perplejidad.
Dentro de este panorama nacional aparece una figura de unas dimensiones extraordinarias en los valores trascendentales del espíritu, con una probidad mental a toda prueba, una rectitud en sus decisiones y una decorosa actuación en lo público y en lo privado. Me refiero al doctor Edgardo Maya Villazón, Contralor General de la República, quien brilla con luz propia en el firmamento colombiano, como uno de los más egregios valores que ha producido Colombia y digno exponente del talante vallenato. Su ponderación y buen juicio, su humildad, su seriedad conceptual, aparece hoy más que nunca como un destacado valor de nuestra nacionalidad en medio de la corruptela generalizada de las entidades públicas y de muchos sectores de nuestra sociedad. En su carrera política, donde ha ocupado altos cargos a nivel regional y nacional, ha estado provisto de una inmaculada posición de juez probo y de una humildad sin precedente.
En su reciente gestión pública, ha desenmascarado con una actitud sin paralelo, a entidades públicas, cuyas actuaciones han estado enmarcadas en una franca violación a nuestra institucionalidad, como ejemplo viviente de estos hechos están, entre otros el caso de Reficar, la inversión de las regalías y las diferentes veedurías en los contratos públicos en que la Contraloría a su mando ha tenido un destacado desempeño, para enderezar los entuertos y vigilar que los recursos cumplan los cometidos para los cuales fueron destinados. Con respecto al departamento del Cesar como demostración de estas afirmaciones vemos la mayoría de las obras que se contrataron y que constituían elefantes blancos para esta nueva administración departamental, un caso significativo para mostrar es la vía Zanjón-Pueblo Bello, donde la activa participación de la Contraloría fue evidente para el éxito en la ejecución de la referida vía.
Podemos decir cómo lo sentenció Eduardo Santos: “tenemos luz en la poterna y guardián en la heredad”.
Por Alfonso Araujo Cotes