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Un duelo inolvidable

JOSÉ M. APONTE MARTÍNEZ 

En alguna parte leí o alguien me comentó que había leído, que los hijos de Bolívar Olivella asesinaron al Tite Socarras. Eso no es verdad, los hechos fatales acaecidos hace más de medio siglo sucedieron así:

El 27 de Septiembre de 1954, la apacible población de Villanueva, todavía se encontraba somnolienta y enguayabada por el festejo de Santo Tomas, su patrono, cuando mi hermano Augusto “Tico” de 10 años y yo de 14, a las 5:00 de la mañana, salimos para el colegio del Viejo Rafa, el famoso Santo Tomas, a recibir las clases de escritura y caligrafía (que tanta falta hacen ahora) y al llegar a la esquina de la familia Dangond Balcázar escuchamos dos disparos, léase bien dos tiros; frenamos en seco e inmediatamente salió – por donde hoy es la casa de Caco Quintero-, que era un lote, un hombre con el pecho ensangrentado a quien reconocimos enseguida, cuando metros más adelante cayó en una pila de arena: era el Tite Socarras, a quien, estando tendido en la arena, llegaron dos hombres altos y le dieron unos tiros; fue cuestión de segundos para que todo el vecindario se despertara y gritara se mataron el señor Bolívar y Tite Socarras.

Bolívar Olivella Martínez, tronco de una larga y honorable familia villanuevera, guapo y buen tirador con 60 o mas años de edad se había desafiado por cuestiones de honor, hoy en desuso, con el Tite Socarras Dangond, también miembro de otra honorable familia de la misma población y como Bolívar, guapo y buen tirador, quienes en la ultima reunión que tuvieron tratando de arreglar los problemas llegaron a esta conclusión: “la próxima vez que nos encontremos te mato o me matas o nos matamos”.

Así fue, Bolívar salía de una de sus casas y el Tite bajaba por la misma calle y se encontraron ambos armados y desafiados a muerte ¿Qué se dijeron?, quizás, sabrá Dios, lo cierto fue que sacaron e hicieron fuego con certera y letal puntería que se partieron sus corazones. Bolívar, por su avanzada edad cayo ahí mismo en la puerta de sus casa y el Tite, que era un toro, muy joven por su vitalidad y por impulso vital logró correr unos metros, pero estaba herido de muerte y muerto cayó mas adelante.

Lo demás fue algarabía, desconcierto y escenas de dolor. Esa es la verdad contada hoy por quien fue en compañía de su hermano Tico testigo ático de los hechos sangrientos de conmocionaron la región y que tanto han dado de que hablar y escribir….

Posteriormente, los médicos legistas en las actas de necropsia dictaminaron que las causas de las muertes habían sido anemia aguda por destrozos en sus corazones.
Por eso los dos hombre que le pegaron los tiros al Tite, fueron absueltos meses después en Santa Marta defendidos por el famoso penalista de esa época, Doctor Rafael Gómez Bernier, quien sostuvo la tesis triunfal de que a un muerto no se le podía matar, es decir de que el Tite cuando recibió los otros tiros ya estaba muerto.

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