El Presidente de la República, Juan Manuel Santos Calderón, quien concluye por estos días una gira por Turquía, Inglaterra y otros países de Europa, propuso en declaraciones a los periodistas en su visita a Londres, la necesidad que existe de revisar la estrategia de la lucha anti-drogas, fundamentada hoy en el prohibicionismo absoluto.
Hay que reconocer la valentía y el realismo del Presidente de Colombia, al plantear la necesidad de revisar la actual estrategia por razones de pragmatismo, teniendo en cuenta que la misma ha generado una violencia trasnacional creciente, a la vez que la oferta y el consumo de drogas siguen en aumento. Y la misma, según la información de agencias y otros medios de comunicación, fue bien recibida por algunos sectores de Gran Bretaña.
Es bueno recordar que la estrategia existente actualmente contra el narcotráfico, ha sido criticada por voces autorizadas como los ex presidentes de México, Ernesto Zedillo, de Brasil, Fernando Enrique Cardozo y de Colombia, Cesar Gaviria Trujillo, quienes hace varios meses propusieron la necesidad de evaluar la despenalización del consumo y la legalización, como una estrategia que debe tener un consenso global, teniendo en cuenta sus múltiples implicaciones.
Como país Colombia tiene la suficiente autoridad moral para hablar del tema, insistimos, ya que es alta la cuota que ha pagado por la violencia generada por la prohibición.
Pero, además, los dineros de la droga han sido gasolina para el fuego de la violencia en nuestro país, desde hace varias décadas. Incluyendo tanto la violencia de las guerrillas de izquierda, hasta la de la extrema derecha con los grupos paramilitares y la delincuencia común organizada.
Ojalá la iniciativa no sea asunto de un día, un titular de prensa y nada más, y se convierta en una propuesta de gobierno, teniendo en cuenta su realismo y el alto costo en vidas y terror que ha pagado Colombia en defensa de la misma.
No obstante, la defensa de una propuesta de este tipo tiene que darla Colombia buscando el apoyo gradual de países como Perú, Bolivia y México, entre otros, quienes han padecido y aún sufren, también, por la violencia que genera el tráfico de drogas.
Por supuesto, igualmente se requiere que la misma gane apoyo en la sociedad norteamericana, que, paradójicamente, en este tema tiene una especie de doble moral, en la medida en que asume los altos costos de la guerra contra las drogas, pero a su vez viene perdiendo la lucha contra la adicción a las mismas, problema viejo y creciente de salud pública en el país del norte.
Sobre este tema, hay que aclarar que la defensa de la legalización no significa darle la bendición a unas sustancias que hacen tanto daño en el cuerpo y la mente de quienes las consumen, sino atenuar el mal mayor que representa la violencia alrededor de las mismas por los altos precios que estimula la prohibición.
Se busca darle al problema un tratamiento de asunto de salud pública, con la suficiente pedagogía y orientación a la gente, como se hizo, en su momento, con el alcohol y el tabaco, que no por ser permitidos se desconoce el gran daño que generan en materia de salud individual y colectiva, incluyendo el tema de los accidentes de tránsito y la violencia interpersonal.