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Un clavo firme

“Lo hincaré como un clavo en lugar firme y será motivo de honra para la casa de su padre”: Isaías 22,23.

Recuerdo la historia de aquel propietario que arrendó su bonita y amplia casa con la condición de que le permitieran conservar un clavo en la pared de la sala. Frecuentemente llegaba, a deshoras incluso, para colgar o recoger de allí su sombrero. Los inquilinos enojados por el abuso poco podían hacer, puesto que el contrato reconocía el derecho del propietario para usar su clavo.

En la antigüedad era costumbre que los reyes vencedores trajesen los trofeos de guerra al templo de su dios y los colgasen en un clavo en la pared para exhibirlos. Primero porque el trofeo era valioso y segundo en gratitud a su dios por haberles dado la victoria.

De allí toma el profeta Isaías la imagen para expresarle a Eliaquim, mayordomo de la casa real durante el reinado del rey Ezequías, la promesa que Dios libraría a Judá de la invasión Asiria en los días de su rey Senaquerib. “Lo clavaré como un clavo en lugar firme” o, dicho de otro modo: Él será un soporte seguro para todo trofeo de victoria que se traiga a la casa del Dios de Israel. Este era un mensaje de certidumbre en la victoria, de confianza en la protección de Dios, de seguridad en que traerían trofeos de gloria que estarían firmemente sostenidos por los clavos seguros en la casa de su Dios.

Actualizando el texto, si aceptamos a Jesús como nuestro clavo en lugar seguro, se nos garantiza que él es suficiente para soportar el peso de nuestras vidas. Es la prenda que necesitamos para no sentirnos decepcionados a pesar de los sufrimientos. Y si alguien nos desilusiona, estamos seguros en la confianza que nuestra vida cuelga de un clavo en lugar seguro en Cristo.

Amados amigos, así como esos reyes de la antigüedad iban a su templo a clavar un clavo en un lugar firme donde colgar sus trofeos, Cristo nos ha asegurado la promesa del perdón, la restauración y la misericordia. ¡Colguemos nuestras vidas del clavo firme de Jesús!

Cristo Jesús entró al Templo y en la pared del Lugar Santísimo ha colgado las provisiones del Evangelio de la gracia. Aceptar a Jesús es entrar a su presencia y colgar en el clavo firme de su existencia todas las victorias y derrotas de nuestras vidas.

¡Reconozcamos que Jesús es nuestro clavo firme en la pared de la redención! Es descubrir que ha ganado para nosotros la victoria. Es colgar mis fracasos de ayer y mis esperanzas de mañana. Es descansar sabiendo que el clavo en lugar firme jamás me dejará caer ni permitirá que muera en la derrota, sino que nos mostrará el camino de la vida, nos concederá la alegría de su presencia y el placer de vivir a su diestra para siempre. Un fuerte abrazo y muchas bendiciones

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Valerio_Mejia_Araujo: