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Un buen gobernador

Ya comienzan a aparecer las precandidaturas a la Gobernación del Cesar y aunque la desesperanza política de los últimos años haya hecho que los antivalores suplanten en cada elección la inteligencia social, para instituir como factor desequilibrante la supremacía del dinero, en el ambiente sigue tomando fuerza una pregunta colectiva, ¿quién podría ser un buen gobernante para nuestro departamento? 

En esa tarea varios grupos de ciudadanos han puesto su empeño, unos desinteresadamente promueven el encuentro de una alternativa al desgreño con que se administran nuestros recursos económicos, otros un poco menos altruistas buscan convertirse en opción de poder utilizando las herramientas de siempre, otros intentan convertirse en la traducción local del cambio que nos guste o no, hoy se siente en nuestro país. 

Todos en un común denominador, emanciparnos de un atornillado régimen, cada vez más lejano a la satisfacción de las reales necesidades de nuestras clases populares. El clan Monsalvo Gnecco.

Decía un amigo que no solo son lejanos a las clases populares sino a todos, porque si hablamos técnicamente, en los documentos precontractuales poco o nada les interesa si los señalados mega contratos tienen sobrecostos o no, o si van dirigidos a resolver los problemas cuantificados en las metas del plan de desarrollo, lo que a todas luces es un detrimento patrimonial por muy bonita que por fuera se vea la obra.

Y si nos ocupamos de las frustraciones particulares que comenzaron como esperanzas de sus aliados, quienes duran cuatro años criticándolos para luego ser tentados y caer nuevamente ante una promesa burocrática o política, o ante la solución momentánea a una dificultad económica, concluimos que para ellos también son herméticos. 

Lo bueno es que por fin los bobos útiles se están dando cuenta que no hay espacio en esta caribeña monarquía, donde los dividendos solo los disfruta el reducido grupo que por ley de la genética comparten muy cercanamente el mismo apellido. Por eso ya se ha masificado a todo nivel el axioma que ‘ganar o perder con ellos da lo mismo, porque siempre se pierde’. Así algunos ilusos por esta época ya comiencen a repetir que esta vez va a ser diferente.

Entonces, ¿a quién apoyamos?, ¿a quién elegimos? Fácil, si realmente nos interesa nuestro futuro colectivo tendremos que liberarnos de la inercia política y echar mano de nuestra intrínseca beligerancia, porque llegó el momento de darle la oportunidad a una renovada propuesta programática, la cual se identifique con la sensibilidad social y el trabajo a favor de las comunidades, desprovista de soberbia, de inexperiencia, de incoherencia, de vanidad, de ambiciones personales y todas las pasiones que develan al verdadero ser humano, luego de acceder al poder.    

No soy yo, no eres tú, no es él, somos todos unidos quienes debemos participar en una impersonal cruzada por nuestro futuro y el de las próximas generaciones, quienes hoy apenas se están formando, pero que en el inmediato futuro nos van a juzgar como cómplices de una oscura etapa en la que caprichosamente se dilapidaron nuestros recursos, sin detenerse a invertir en el valor público que concentra los atributos del desarrollo humano o en una alternativa laboral que nos ponga a salvo de la pobreza, tanto monetaria como multidimensional, luego de la hasta hoy derrochada bonanza. 

Todo bajo el sepulcral silencio de una cobarde clase dirigente, quien prefiere las sobras, a empuñar el sable de la equidad y la lucha contra las brechas sociales, precursoras de la violencia. Aún hay tiempo para recomponer el camino. Aspiraciones las hay, todas válidas dentro del ejercicio democrático que apenas comienza. Estructuremos una gran propuesta, incluyente, realizable, altruista, concertada, eso sí, en antítesis a un estilo de gobierno que por sus prácticas es motivo de generalizada vergüenza. Piensa en ti, piensa en todos. Atrévete. Fuerte abrazo.  amaraujo3@hotmail.com @antoniomariaA

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