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Un asunto de relación

“… entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu padre que está en secreto…”. San Mateo 6,6.
Una relación íntima con Dios es aquella que es suficientemente cercana para escuchar la voz queda y apacible del Padre. Es muy triste reconocer que mucha gente de nuestras iglesias no tiene una relación íntima con Jesucristo. Es posible que hayan experimentado su presencia durante un servicio de adoración, pero durante la semana están estériles, fríos y vacíos en el interior.

La razón es que no han aprendido a disfrutar de una relación íntima con Dios. Jesús es nuestro más grande modelo de vida, él tenía una relación íntima con el Padre. De alguna manera hemos desarrollado el concepto de que como Jesús era Dios, nunca tuvo un problema humano y en todas las batallas que libró, saliendo vencedor, fue porque hacía uso de su divinidad.

Ciertamente, Jesús no solamente era completamente Dios, sino que también era completamente hombre. De allí que pueda compadecerse de nuestras debilidades y simpatizar con nuestra humanidad. Así que tuvo que mantener su relación con el Padre tal como nosotros debemos hacer. Siguiendo el modelo de Jesús, tenemos la oportunidad de desarrollar el mismo nivel de cercanía con Dios.

El libro de Ester nos enseña que desde la posición de la intimidad se pueden lograr más cosas que desde la posición de la legalidad y el derecho. Ella supo hablar al oído del rey y salvó de la destrucción a su pueblo. Jesús y muchos otros personajes de la Biblia cultivaron una relación con Dios, caracterizada por tres aspectos: Intimidad, dependencia y obediencia.

La intimidad requiere tiempo a solas con Dios, viene de los tiempos de buscar la presencia de Dios cara a cara. Cuando Moisés bajó del monte con las tablas del testimonio, no tuvo que mostrar sus credenciales como prueba de su llamado, ellos pudieron ver cuán cerca había estado de Dios, porque incluso su rostro había cambiado. Si deseamos conocer la voluntad de Dios para nuestra vida, debemos pasar tiempo con él. Dios no se revela a los extraños que permanecen a lo lejos, sino a sus hijos que le buscan.

La dependencia se refiere a consultar a Dios para todo lo que hagamos. La independencia hace que llevemos a cabo cosas con nuestro propio poder en lugar de hacerlo con el poder de Dios. En la medida en que dependamos de nosotros mismos y de lo que podamos hacer en nuestras propias fuerzas, es el grado en que desactivamos el poder de Dios en nuestras vidas. Entre más dependientes seamos del Señor, más se moverá en nuestra vida y más independientes seremos de nuestros propias limitaciones, restricciones y deseos.

La obediencia surge de la confianza en que Dios registra todas las circunstancias de la vida. Nuestro amor a Dios se manifiesta en la obediencia a sus principios y mandamientos. Es procurar honrarle en nuestro caminar. Es el reconocimiento a su soberanía y control en nuestra cotidianidad. Es ceder el control de nuestras vidas a Dios. Es asegurarnos que todo lo que hagamos, de palabra o de obras, lo hagamos para el Señor y no para los hombres.
Amados amigos: ¡Dios desea que tengamos éxito! Este camino progresivo de la intimidad a través de la Palabra y la oración, que nos lleva a la confianza en Dios y a la dependencia de él, seguido por la obediencia, es la mejor manera de permanecer conectados con la fuente de nuestra vida espiritual que nos conduce hacia el éxito y el propósito de Dios.

La riqueza y solvencia en lo público, siempre estará relacionado con la intimidad y la búsqueda en lo secreto. Estrechemos nuestra relación con Dios. Busquémosle en obediencia y disfrutemos la recompensa de la intimidad. “Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. Un abrazo y muchas bendiciones.

Por Valerio Mejía Araujo

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