Hablar de María Iberia Ustáriz Ramos, mejor conocida como ‘La Bella’, es hablar de una de las más grandes y representativas exponentes de la cocina tradicional vallenata. Una inigualable sazón, aunada a su auténtica personalidad, hicieron del ‘Merendero de la Bella’ un sitio obligado para visitar cuando de comer platos típicos se trataba.
Por eso, a un año de su partida, el diario EL PILÓN ha querido destacar su aporte a la gastronomía local con un reconocimiento el cual será entregado durante la Feria ‘Nuestro Sabor’ a realizarse entre sábado y domingo en el Centro Comercial Unicentro de la capital del Cesar.
Para esta mujer, quien a sus 92 años partió del mundo terrenal, el secreto de “la calidad y el sabor” de sus exquisitos platos estaba “en la mano”.
Así lo recuerda uno de sus hijos, el abogado Tobías Enrique Pumarejo Ustáriz, quien dijo que, aunque las especialidades de su madre eran las arepas de queso, las albóndigas, el arroz de coco, el arroz de lisa y las paticas de cerdo, cada cliente tenía sus propios gustos.
“La especialidad era la arepa de queso, propiamente de queso y tenían un sabor que yo hoy en día no lo he sentido más, eso tenía su práctica, a esa arepa de queso le echaba mucho queso, pero no lo rayaba, sino que con la mano lo hacía pedacitos y le echaba leche y cuando la estaba asando no la mojaba en agua sino en leche, esas arepas fueron muy famosas”, rememora el profesional del derecho.
EL RESTAURANTE DE LOS ARTISTAS
Sin ser un restaurante de lujo ni mucho menos, no había artista que llegara a Valledupar sin pasar por el típico lugar donde los palitos de “las escobas con que barrían los patios”, forrados con bolsas del ‘LEY’, servían de palillo.
Las mesas de madera, los asientos de cuero, las paredes de tabla y las ollas guindando -las cuales exhibía y eran admiradas por los comensales por su extremada brillantez- hacían parte del encanto llamado ‘El Merendero de la Bella’.
“Había gente que iba a la cocina especialmente a verle las ollas y calderos, se admiraban de como brillaban, todo lo tenía guindao en una pared de tabla con un clavo, la gente iba a ver las ollas y el aseo que tenía mi mamá en esa cocina”, recuerda José Miguel Brito Ustáriz, el menor de sus hijos.
‘El Merendero de la Bella’ abrió sus puertas en 1973 cuando la carismática vallenata decidió emprender su propio camino después de varios años de adquirir sus conocimientos culinarios al lado de su madre, Ana Francisca Ramos González, una mujer oriunda de Villanueva que desde muy pequeña fue traída a Valledupar y criada por la familia Castro Monsalvo, donde empezó a cocinar desde muy niña. Fue con ella que María Iberia Ustáriz Ramos percibió y desarrolló sus cualidades en la cocina.
En 1970, en la calle 16 A con séptima del Valle del Cacique Upar, inició sus labores en la cocina con una mesa donde vendía fritanga, carimañolas, arepuelas, arepas asadas, café con leche y tinto. En 1971 comenzó a vender almuerzos y por la tarde vendía cerveza y ponía juegos de dominó.
Hasta llegar a la calle 16 A, entre séptima y octava, al frente del hoy parqueadero del hotel Vajamar, donde empezó a entregar sus exquisitos platos los cuales durante cerca de cuatro décadas se convirtieron en sitio obligado para recomendar a la hora de almorzar.
La sazón de María Iberia fue degustada por innumerables artistas como Alfredo Gutiérrez, Colacho Mendoza, Diomedes Díaz, Jorge Oñate, Calixto Ochoa, Óscar de León, Juancho Rois, Carlos Vives, por nombrar algunos. “A Colacho le gustaban los tamales, a Jorge Oñate, especialmente, la carne molida que mi mamá preparaba, a Diomedes el riñón, a Juancho Rois el chivo… y así”, recuerda José Miguel.
‘BELLA’, LA MINISTRA DE EDUCACIÓN
Pero a las manos mágicas y la sazón única para cocinar, ‘La Bella’ le agregaba otro ingrediente que hacían de sus manjares un disfrute adicional. Su personalidad extrovertida, que acompañaba con un lenguaje de ‘grueso calibre’, convertían un almuerzo cualquiera en un ambiente de cuentos, historias y diversión.
“Sin ninguna malicia, sin ninguna grosería, simplemente le salía, por decirlo así, de manera espontánea, creo que esos dos elementos combinados -sazón y personalidad- fue lo que le dio la oportunidad a ella de tratar a tantas personas y recibir el aprecio de mucha gente que hoy después de su fallecimiento lo he valorado en la medida que todavía donde me encuentra mucha gente me hablan muy bonito de su forma de ser y de sus platos típicos”, recalca el abogado Pumarejo.
Esa manera de ser y expresarse quedó inmortalizada en la canción ‘Poncho Presidente’, compuesta por el difunto Romualdo Brito, quien de manera irónica y jocosa propuso a ‘La Bella’ como ministra de Educación, en un imaginario Gobierno de Poncho Zuleta. “Echaba vulgaridades, autóctonas de ella, pero esa era la atracción de la gente y la ‘puyaban’ para que ella hablara y dijera su vulgaridad, pero con humor y respeto a los demás. La gente era a carcajadas, eso gustaba”, recuerda su hijo José Miguel, hoy de 66 años.
También la resaltó Jorge Oñate en una de sus grabaciones en un saludo donde le dice: “Oye Bella el que no muele no come arepa”. Hoy sus hijos y familiares recibirán por parte de EL PILÓN un pergamino durante la Feria Gastronómica ‘Nuestro Sabor’ que hará honor a la huella que dejó ‘la Bella’ en la cocina tradicional vallenata.
POR JOSÉ ALEJANDRO MARTÍNEZ VEGA / EL PILÓN