Habían caído unas gotas pasmosas la noche anterior, el amanecer se tornaba frio y se veía niebla a través de la ventana, en cama se encontraba una mujer hermosa, la más bella, de las que jamás hubiese podido imaginar. Solamente en sus brazos sentía seguridad y amor; se veía preciosa mientras dormía.
Poco a poco el día fue clareando y pudimos ver el sol en todo su esplendor. Decidimos ir a las playas costeras, eran verdaderamente hermosas, fue un día inigualable, cada juego en la arena o en el mar me hacía sentir el hombre más feliz del mundo; contemplar su cuerpo, lo hermoso que se veía su cabello mientras jugueteaba con el viento y también su sonrisa, era uno de los placeres más excitantes en ese momento.
Podría recordar eso por años, esa imagen estaba impregnada en mi mente y en mi corazón, era lo mejor que había vivido hasta que de un momento a otro desperté, me quedé horas en cama, atónito reviviendo cada instante; no sé quien es ella ni tampoco se parece a nadie que conozco; solo sé que desde hoy la amo y haré todo lo posible por encontrarle.
Por: Ana Victoria Chamorro Zárate – Instutición Educativa Bello Horizonte.