Se conocieron en el Mercado de Valledupar cuando él tenía 31 años y ella 20. Rafael Navarro se dedicaba a distribuir pollos que eran transportados desde Bucaramanga a esta capital y pueblos del Cesar, mientras que Sara Cujía laboraba en un almacén de esta zona comercial.
“Yo andaba por ahí un día y la vi. Me pareció que era muy atractiva; poco a poco comenzamos a dialogar”, comentó Rafael. Esos encuentros para conversar y conocerse fueron avanzando hasta el siguiente paso. Salidas a fiestas y a casetas de la época eran algunas de las invitaciones que le hacía el caballero a su dama en medio del cortejo.
Los meses pasaban, la amistad se fortalecía y el amor ya se asomaba. Un año después Rafael ya quería dar el siguiente paso, puesto que él estaba seguro que Sara era la mujer idónea para acompañarlo en el camino de la vida. Pero ella a pesar que sabía que su corazón pertenecía a él, tenía un temor.
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El padre de la joven era un hombre estricto y conservador, propio de la época. Así que ella no se animaba a presentar a su pretendiente. Sin embargo, su amado no quería esperar más tiempo para oficializar el noviazgo. Tan pronto como pudo consiguió la dirección para finalmente pedir la mano de quien es hoy su esposa.
Una vez obtuvo la aprobación pusieron fecha a su unión. El 12 de septiembre de 1981 Rafael y Sara unieron sus vidas legalmente. El hogar Navarro Cujía inició en una vivienda del barrio San Martín. Fruto del amor nacieron Eder, Yohomar, Rafael y María, pero la familia se hizo más grande con Edgar y Alba, hijos de Rafael con una anterior pareja.
BODAS DE RUBÍ
Es sabido que el amor se transforma con el pasar de los años; esta pareja ha sabido sortear diversas circunstancias para permanecer unidos. Fuerte como el aluminio, frágil como la porcelana, valioso como una perla e intenso como el rubí así han vivido cuatro décadas de la mano esta pareja. “Cuando uno hace las cosas con amor todo le sale bien, hubo entendimiento desde el primer momento”, reveló Rafael.
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Además hizo una confesión: “Ella a veces deja quemar la yuca, pero yo la quiero así”, expresó entre risas. Y es que al parecer él es de esos hombres a los que se les conquista por el estómago; así que esta debe ser la razón por la que no cambia a su esposa, por su sazón, entre otros mil motivos. “La comida es bien hecha y bien buena; la sopa es una calidad. Ayer hizo una de bagre y quedó ‘mejor dicho’”, añadió.
A su turno, Sara agregó: “Cuando el hombre es responsable las cosas caminan bien. Estar pendiente del hogar y las cosas que hacen falta es lo primordial. Por eso todo marcha bien”, aseguró. Asimismo explicó que cuando llega la persona indicada todo fluye. “Al principio uno como que no le gusta, o no le presta atención, y después ni cuenta te das cuando ya terminas casada”, contó.
En el mes de abril se enfrentaron juntos al covid-19. Con la confianza en Dios, con las medidas respectivas, el respaldo de sus hijos y el tratamiento oportuno en casa lograron salir adelante. Este domingo desde su vivienda en el barrio Santa Rita disfrutan de la compañía mutua; en años anteriores el festejo fue a lo grande, pero esta vez, para evitar aglomeraciones solo disfrutaron de una comida en pareja y una torta para no pasar desapercibida esta fecha tan importante e inolvidable para ellos y su familia.
Por: Andreina Galvez