Esta semana se posesionó el doctor Hernán Penagos como nuevo registrador nacional. Tengo el mejor concepto de él como abogado con varias maestrías en derecho constitucional y administrativo, profesor universitario, exmagistrado y, por supuesto, conocedor como pocos del sistema electoral colombiano. Más allá de sus méritos profesionales y académicos, el doctor Penagos es una persona de carácter, con criterio y, lo más importante, independiente y honorable.
Su escogencia fue un acierto de los presidentes de las altas cortes, como lo fue también el haber impedido que esa importante entidad, garante de la democracia, siguiera capturada por el actual Registrador en cabeza de alguno de los candidatos que puso a competir en el proceso de elección, sobre el que ejerció intenso ‘lobby’ para que alguno de sus amigotes llegara al cargo.
Dicho lo anterior, ha llegado la oportunidad para promover una profunda reforma del sistema electoral colombiano. Observo que comenzando por el propio gobierno, y también por los parlamentarios de todas las corrientes políticas, esa urgente reforma pudiera abrirse paso.
Un cambio que parta de admitir el fracaso de ese engendro que es el Consejo Nacional Electoral, cuyos miembros son elegidos por el Congreso. Investir de facultades a los voceros de los partidos para ser los garantes de las elecciones siempre fue una mala idea. Pudimos comprobarlo en estas elecciones, en las que hasta pocas horas antes del certamen seguían revocando o habilitando candidatos a su conveniencia y por la vía administrativa y no jurisdiccional.
Capítulo aparte, las facultades que se arrogaron para crear decenas de partidos políticos sin el lleno de ningún requisito. Con cualquier argumento otorgaron personerías jurídicas para entregar avales a candidatos y en algunos casos autorizando el transfuguismo.
Francamente se les fueron las luces. Todos nos preguntamos: ¿qué pudo haber detrás de esta hemorragia en la entrega de personerías jurídicas? Por todo esto y muchas otras razones resulta un imperativo eliminar este engendro y regresar todas esas pseudocompetencias a la jurisdicción contenciosa, de donde nunca debieron salir.
Con mucha razón la Corte declaró la inconstitucionalidad del primer Código Electoral promovido por el registrador Vega, y me temo que en igual sentido se pronunciará sobre el segundo intento, hoy a su consideración. Harían bien en no permitir la creación de miles de nuevos cargos innecesarios. También deberían evitar que entren en vigencia el voto remoto, el anticipado, el mixto en máquina y el voto a domicilio, todos propensos a generar inseguridad jurídica y las más diversas modalidades de fraude.
Enterrar para siempre ese adefesio y dar vía al trámite de un nuevo Código mediante el cual pueda desarrollarse una profunda reforma que permita aclarar y unificar criterios sobre otorgamiento de avales, coavales, coaliciones, adhesiones, que regule los movimientos políticos, la inscripción por firmas, las reglas básicas de los partidos y asuntos hoy confusos como la doble militancia, la rendición de cuentas, los controles a los gastos de campaña y tantos otros. Pero lo anterior también debe ir acompañado de una gran reforma política que vaya más allá de la arquitectura electoral.
Gran tarea tiene por delante el nuevo Registrador, y muchas razones tenemos para pensar que de su mano llegarán los cambios que el país reclama.
Por: Germán Vargas Lleras