La frase de esta columna se dice que la pronunció Julio César, emperador romano, cuando Brutus, su hijo de crianza y hombre de confianza, lo asesinó cumpliendo así su pacto con los conspiradores quiénes creían que este, primer emperador romano, concentraría para sí todas las instituciones. Para los que lo oyeron moribundo, dijo: “¿Tu quoque fili mei?”.
La historia se repite en espiral, dicen los eruditos que Nicolás, hijo putativo de Gustavo Petro, ha revivido esta historia con una forma diferente de matar, prueba de que la vida se puede perder siguiendo vivo, así quieren matar a Petro, lo quieren los conspiradores colombianos; no pretenden asesinarlo, tienen toda la infraestructura criminal para hacerlo, pero sería demasiado evidente, el bogotazo aún es memoria, replicar lo de Luis XV no sería una buena opción; se conforman con capturar la dirección del Estado convertido por ellos en una máquina de guerra y fomento de economías ilícitas; esta es una cueva de Rolando, vivir sin esta es imposible; el poder político y administrativo del Estado es a ellos lo que el oxígeno es a los seres vivos.
La diferencia entre Julio César y Petro es que este no desea construir un imperio ni quiere conquistar Las Galias, sino el corazón de todos los colombianos; Petro es un demócrata que preside una democracia cuya perfectibilidad busca, que no ve al Estado como un fin último sino como un instrumento para reducir la brecha, conseguir la paz total, la seguridad física y alimentaria, la justicia social y ambiental.
Frente al César desfilaban complacidos quiénes iban a morir, ante Petro desfilan para abrazarlo. Los Brutus de Colombia son muchos, son otro Estado en la sombra en simbiosis con los gremios, las mafias, los cuerpos de seguridad, los medios audiovisuales prepagos y las instituciones del Estado, especialmente la Procuraduría y la Fiscalía que arman expedientes para producir impacto mediático y desestabilizar al gobierno; tienen claro que de la calumnia algo queda.
Este es un país de francotiradores y filibusteros, la colonia española está presente. Cada vez que este gobierno abre una alcantarilla, le echan aerosoles al hedo y sus efectos son eclipsados con espectáculos circenses. Cada acto del gobierno es enfrentado por alguna espectacular noticia: el robo a Ecopetrol, a los activos de la SAE; el uso dado a la Unidad Nacional de Protección, convertida en apéndice del narcotráfico, el negocio con las vacunas y salud, la vena suelta de Reficar, etc., son descubrimientos que ha hecho este gobierno y eclipsados con nuevos y falsos procesos; el golpe blando sigue en pie. Lo de Nicolás Petro es la cereza del pastel de toda esta telaraña para defenestrar a Gustavo Petro. Pero no les resultó tan fácil como creían, Gustavo Petro no es un hombre de “jugaditas”, este siniestro estilo es de otros, la maldad también tiene sus límites.
He estudiado la carrera política de nuestro presidente, lo sigo hace muchos años, su trasegar es un libro abierto y un paradigma de las buenas costumbres. Me resisto a creer que acuda a la mafia para vender sus objetivos porque todos sus triunfos los ha conseguido con la decencia, buscando y escarbando debajo de las piedras sin temer a sus detractores y sin ensuciarse las uñas, construyendo ética y líneas de pensamiento para el país. Sus campañas electorales han sido franciscanas; en la segunda vuelta electoral de 2018 fui el tesorero para el Cesar y solo nos giraron algo más de 48 millones de pesos, suma que puede gastar un concejal de un municipio de tercera categoría; sus seguidores le aportábamos los pasajes de sus correrías a la región; hasta carros blindados le conseguíamos ya que el gobierno de turno no lo hacía.
Hoy, más de 300 personalidades de todo el mundo firmaron una carta de apoyo a su gestión; critican al Fiscal y a la Procuradora que disparan desde la oscuridad; para el mundo Petro es claridad, en cambio, para los Vargas Tejada esos que mataron al Libertador, es tiniebla. Los resultados del gobierno del cambio están a la vista, pese a los incrédulos, todos los indicadores están mejorando. Entonces, ¿qué quieren para el país? ¿Más sangre? ¿Más desalojo?
Por Luis Napoleón de Armas P.