La segunda posesión de Trump tuvo algunas diferencias con la primera. La más simbólica, seguramente, fue el respaldo irrestricto de los principales magnates de la tecnología, entre quienes sobresalía Elon Musk, el hombre más rico del mundo e incondicional al nuevo presidente. Estos empresarios tan poderosos contribuyen a consolidar a un Trump dispuesto a gobernar sin limitaciones a su poder.
En la historia hay ejemplos de duplas memorables como la de Fidel – Che Guevara, Nixon – Kissinger y otras que no son recordadas muy gratamente. La nueva dupla estadounidense se asemeja a la explosión de una bomba atómica dentro de un volcán en erupción. Lo ideal de una dupla es la complementación y no la suma exponencial de ambiciones, como se evidencia en el caso americano. El receso en el poder de Trump le fue útil para consolidarse como líder republicano de extrema derecha, sin disimular sus ideales políticos, lo cual fue la clave de su éxito, al lograr sintonizarse con la mayoría blanca americana y, paradójicamente, hasta con parte del electorado latino y otras minorías.
La antiquísima tradición republicana de gobernar la nación más poderosa de la Tierra respetando los principios democráticos acabó abruptamente en pocas semanas, dando paso a un estilo monárquico, imperialista, arbitrario y poco conciliador. La nación que luchó por la democracia la libertad y la justicia en las dos guerras mundiales, la que auspició organismos multilaterales como la ONU, la que enfrentó la amenaza del comunismo soviético, la que puso sangre sudor y lágrimas en causas justas, abandona sus ideales y ahora se enfoca solo en el dinero.
En la guerra Rusia – Ucrania, se le suspende el apoyo a la nación agredida y se le exige que pague con su minería de tierras raras la ayuda recibida, mientras a Rusia se le ofrece todo, quizá pensando en las fabulosas oportunidades de negocio que Putin puede ofrecerle a Estados Unidos y a Trump en particular. A Europa no se la mira como la aliada estratégica que era ni se la tiene en cuenta en las negociaciones de paz, como si su propia seguridad no estuviera en juego ante la Rusia de Putin. A Israel se le ofrece apoyo irrestricto, como si no tuviera suficiente. Se ejerce máxima presión sobre Dinamarca para que venda o ceda Groenlandia, sobre Panamá para que devuelva su preciado canal y a Canadá le dan el título de estado 51 de Estados Unidos. ¡Qué arrogancia!
El tema comercial apenas comienza. Guerra arancelaria contra Canadá, México, Europa y China y amenazas contra cualquier presidente que se oponga a sus lineamientos. Si para Trump, Canadá, Europa y México son un pañuelo para sacudirse los mocos, América Latina será, si acaso, su papel higiénico. Que tiemblen los países gobernados por líderes de izquierda.
Hasta el momento Musk se muestra muy activo en varios frentes: su recorte con motosierra a gastos del gobierno y ayudas humanitarias al extranjero, su propuesta de jornada laboral de 80 horas semanales y su apoyo a líderes de extrema derecha en cualquier parte del mundo. Se siente y comporta como el segundo al mando.
Esta dupla tiene similitud con la estatua de Nabucodonosor que el profeta Daniel vio en sueños: cabeza de oro fino, pecho y brazos de plata, vientre y muslos de bronce, piernas de hierro y sus pies en parte de hierro y en parte de barro cocido. Puede ser que ambos estén en la gloriosa cúspide del poder mundial, pero lo que construyan en los cuatro años que tienen por delante será el inicio de su propia decadencia.
Hasta los líderes de derecha en Colombia guardan un prudente silencio.
Por: Azarael Carrillo Ríos.