X

Triste 20 de julio

Pasada la tusa producida por la final de la Copa América volvemos a la política nacional. No se sabe qué es menos malo: recordar que somos subcampeones -habiendo merecido el título-, o volver a analizar la realidad nacional. Arranquemos por lo bueno: solamente registro que, dentro de pocos días, unos 10, completaremos 2 años del gobierno Petro, ya habremos recorrido el 50 % de esta tragedia anunciada. Lo demás, todo es malo. Veamos…

En una decisión de esas que deben generar vergüenza en los funcionarios -por la naturaleza del descaro-, la fiscal general, Luz Adriana Camargo -fiscal de bolsillo de Petro-, ordenó terminar con el grupo de investigadores que alimentaba el caso de Nicolás Petro. Un caso complejo, con muchas aristas, todas ellas vinculadas con conductas ilegales y punibles según nuestra legislación. Por medio de resolución, la fiscal Camargo, que está bien calladita, pero haciendo sus canalladas, determinó el fin del denominado Grupo de Tareas Especiales; todo esto después de que fuese retirado del proceso el fiscal Mario Burgos -fiscal incómodo para la izquierda radical-, por solicitud de la defensa de Nicolasito, aquel que no fue criado por su papá. 

El proceso pasará a reparto, para que quienes hacen parte de este entramado inmundo, tengan tiempo para seguir tapando, tapando y tapando. Mensaje desilusionante para la opinión pública nacional que recuerda con nostalgia los tiempos del fiscal Barbosa.

Ahora hablemos de lo vivido por Petro el pasado 20 de julio. Seguro todavía con resaca por sus fiestas íntimas en Panamá, que son la evidencia fehaciente de que lo que se dice del presidente desde hace años es cierto -y de eso nada se volvió a decir, lo taparon-, llegó con más de 2 horas de retraso al desfile militar que típicamente se lleva a cabo en esa importante fecha. La gente, a pleno sol, gritaba “Fuera Petro” con rabia, con fuerza, el himno nacional se vio reemplazado por improperios muy dicientes contra el mandatario. Llegó fresco, tranquilo, vestido de blanco como si estuviera en mi Valle querido, para desparramarse en la silla que le tenían dispuesta, como si el acto al que asistía fuera de poca o nula importancia. Cada que puede Petro demuestra sin tapujos su odio a las Fuerzas Armadas y de Policía, su desdén hacia oficiales, suboficiales y hacia sus familias, es sencillamente denigrante. ¡Claro! Ellos lo pusieron tras las rejas en su momento, ellos lo han perseguido como a cualquier terrorista se le debe perseguir, ellos han incomodado su existencia desde siempre. Fatal, perverso, irreverente…

Y luego, como si lo sucedido en el desfile no fuera suficiente, entró al Capitolio para instalar las sesiones del Congreso y frente a su equipo, en el que se contaban ministros roncando o embebidos en sus celulares, pronunció un discurso digno de la “Alicia en el país de las maravillas” de Lewis Carroll. Describió una Colombia que no existe, que los colombianos sólo vimos durante la primera década de este siglo, al mismo tiempo en que Petro, fungiendo como senador y alcalde de la capital, no aportó en nada para construir un mejor país, una mejor nación. Su gobierno no ha gestionado excepto proyectos de corrupción, de enriquecimiento ilícito, sus familiares y amigos están incursos en procesos penales, sus ineptos funcionarios viven haciendo paros y disfrutando de días cívicos y su esposa, obviamente, se niega a parecer con él en público después de los innegables hechos de Panamá.

Recuerdo, al escribir estas letras, que el único partido al que Petro parece haber asistido en la reciente Copa América fue el que precisamente perdimos contra Argentina; es un bulto de sal por donde se le mire. Ojalá no le dé por asomarse a los Juegos Olímpicos de París porque “nos lleva el que nos trajo”, mejor que regrese a Panamá y siga pasando bueno por allá, a su estilo…

Mientras tanto, estamos muy pendientes de lo que está sucediendo en Estados Unidos y Venezuela. Ya Biden dio un paso al costado mientras Trump sobrevivió a un atentado que lo catapultó. ¿Seguirá Maduro los pasos de Biden? ¡Sí se puede! 

POR: Jorge Eduardo Ávila.

Categories: Columnista
Jorge Eduardo Ávila: