En un país que ha sido marcado por décadas de violencia, conflictos armados y un legado histórico de luchas internas, gestos de vida y reconciliación tienen un valor inmensurable. Es en este contexto donde la obra del Parque de la Vida y Bosque Tropical Seco en Valledupar, una iniciativa genialmente ideada por el excelente y visionario exgobernador Luis Alberto Monsalvo Gnecco y ejecutada bajo la actual gobernación de la proactiva y bella Elvia Milena Sanjuán, adquiere una dimensión que trasciende lo ambiental y lo local, para convertirse en un símbolo de esperanza, renovación y resiliencia para todo el Cesar y Colombia.
El Parque de la Vida no es simplemente un espacio recreativo; es un tributo sincero a la naturaleza, a la biodiversidad, y, sobre todo, a la vida misma. Monsalvo Gnecco tuvo la visión ecológica de concebir este proyecto, entendiendo la importancia del medio ambiente como un pilar fundamental para el desarrollo social y el bienestar comunitario. No se trata solo de plantar árboles y crear senderos. Se trata de devolverle a la tierra lo que muchas veces le hemos arrebatado, de reconectar a las personas con la naturaleza y de ofrecer un espacio de paz y reflexión en una región que ha soportado y conocido de cerca los ciclos de dolor y cruenta violencia.
En un país como Colombia, donde las diferencias políticas han sido usadas como excusa para alimentar divisiones en extremos opuestos, el Parque de la Vida se alza también como un ejemplo de cómo podemos encontrar consensos aun en nuestras diferencias. La naturaleza no distingue colores partidistas ni intereses particulares; Simplemente nos invita a convivir y protegerla. En ese mismo sentido, el llamado de este proyecto es claro: depongamos las retaliaciones, la inútil confrontación, superemos las diferencias, y reencontrémonos en torno a la vida, el respeto mutuo y abrazarnos en silencio.
El Parque de la Vida nos enseña que la verdadera paz no solo se logra con acuerdos sobre el papel, sino con acciones concretas que promuevan la reconciliación, el entendimiento, no solo entre las personas, sino con nuestro entorno. Esta obra nos invita a dejar de lado el ciclo destructivo de confrontación política y personal, y a concentrarnos en lo que verdaderamente importa: la vida.
POR: HUGO MENDOZA.