Cerca de 50 billones de pesos se pierden anualmente en Colombia por culpa de la corrupción, según lo reveló el contralor Felipe Córdoba, y alrededor de 42,3 billones se pierden por culpa de la evasión ($20,7 billones por la evasión de IVA y $21,6 billones por la evasión de renta), según la Comisión de Expertos del Ministerio de Hacienda. La corrupción y la evasión son los dos canceres que tienen en quiebra las finanzas de nuestro país.
La nueva reforma tributaria del gobierno Duque busca recaudar alrededor de $30,33 billones, de los cuales el gobierno dispondrá de cerca del 80 % y el resto se destinarán a las regiones a través del SGP.
Con los recursos que se pierden en corrupción y en evasión podemos ahorrarle al pueblo colombiano el equivalente a un poco más de tres (3) reformas tributarias planteadas por este gobierno. Esto significa que si logramos extirpar estos dos canceres podríamos seguir el ejemplo de Nueva Zelanda, donde aumentaron el salario mínimo y pusieron a pagar más a los que más ingresos y riqueza generan a la economía de ese país.
En Colombia es al revés, la clase media cada día es más pobre con tendencia a desaparecer; la nueva reforma busca apretar más a la golpeada y casi extinguida clase media, presionando con mucha más fuerza el crecimiento de la enorme brecha de desigualdad e inequidad entre ricos y pobres. Esto demuestra por qué Colombia es el cuarto país del mundo con mayor desigualdad, después de Sudáfrica, Haití y Honduras, según el Banco Mundial.
Es paradójico pensar que Luis Carlos Sarmiento Angulo paga menos impuestos (en proporción a sus ingresos y sus activos) que cualquier Mipyme en nuestro país (las Mipymes son las que generan casi el 80 % de todo el empleo en Colombia).
Lastimosamente las inercias de nuestra sociedad son las responsables de que sigamos de mal en peor y como si fuera nada, llevamos un poco más de dos siglos equivocándonos…
El pasado viernes santo, el presidente Duque, en su entrevista con Caracol Radio, dijo: “No es una reforma tributaria, es una financiación por la pandemia”. El pueblo colombiano no es un banco para financiar reformas y mucho menos un esclavo para soportar el calvario de pagar más impuestos en medio de esta recesión económica ocasionada por la covid-19.
¡Ojalá el Gobierno y el Congreso escuchen las voces de los más desiguales y de la casi extinguida clase media colombiana y sigan el ejemplo de Nueva Zelanda!