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Tres quejas y sus recomendaciones

Tres quejas tengo que poner, una a la actual secretaria de Gobierno, Sandra Cujia; otra al director de tránsito, Darío Zalabata, y la última, al gerente de Emdupar, Armando Cuello.

Me parece que a estos funcionarios les llegó la hora de corregir. A la primera, manifestarle que he recibido numerosas quejas sobre el despelote que hubo en Semana Santa con los permisos o escarapelas para los vendedores estacionarios y ambulantes que asistieron a los actos religiosos en la Plaza Alfonso López. Queja puesta por algunos vendedores y que ayer martes debieron ir a su oficina a quejarse y denunciar personalmente estos hechos.

Aquí los más pendejos fueron los que cancelaron los permisos, o sea, el 10 %, porque el 90 % entraron a la Plaza sin pagar un solo centavo, pero manifiestan ellos que tuvieron que cancelar en efectivo a algunos funcionarios del espacio público para dejarlos trabajar. Esto es sumamente grave, hay que tomar medidas contundentes, pues de lo contrario va a suceder igual o peor en el Festival Vallenato. A los quejosos les he manifestado que denuncien públicamente sin miedo estos hechos, porque si no los denuncian no tendrán autoridad moral para quejarse en el próximo Festival Vallenato.

La segunda queja es para el Secretario de Tránsito. Este funcionario ni oye ni ve ni entiende, ni soluciona ni lee los periódicos. En muchas oportunidades he puesto la queja de las camas bajas y se están llevando los vehículos parqueados en la calle 15 entre carreras 5ª y 6ª, donde no existe ningún aviso que diga que no se permite el estacionamiento. Además, le he hecho muchas recomendaciones y se las tira de pendejo. Le agradezco tome atenta nota de lo que he venido recomendado. Señor Secretario de Tránsito, puede hacer como mico, pero esta prohibición nadie la va a cumplir.

Finalmente, al gerente de Emdupar, que no se vaya a dejar joder, que abra todas las investigaciones de todas aquellas contrataciones que se dieron por más de 300 mil millones de pesos en la pasada administración.
Y como es mi costumbre, trataré otros temitas, el mejor regalo que le podemos dar a nuestros hijos es, sin duda, lo que tanto está faltando a la sociedad y lo que es una de las principales causas, tal vez la más importante de la tremenda crisis en la que nos encontramos, es el carácter, y muchas veces nos preguntamos: ¿Qué es eso que llaman carácter? Hay muchas definiciones, pero para mí la más apropiada es la que lo define como aquello que determina en alguna persona sus decisiones morales.

El carácter tiene que ver con los pensamientos y sentimientos, con la acción y con la historia, se forma a través de la vida y todo lo influye. La educación moral de los niños es precisamente para darle carácter, para enseñarle a tomar decisiones correctas, basadas en sólidos principios que le permitan distinguir claramente lo que está bien y lo que está mal.

Los cimientos del carácter se construyen en la casa, en el seno de la familia y el carácter que es a su vez uno de los lazos más fuertes del núcleo familiar, la base de toda sociedad. Uno de los problemas más graves de nuestra sociedad es que nos olvidamos de este concepto tan básico o lo relegamos a un segundo plano en la educación de nuestros hijos. Le hemos dado prioridad, por ejemplo, a lo que ahora se conoce como autoestima, que no es otra cosa que procurar que las personas se sientan bien con ellas mismas.

Creo que darle prioridad a la autoestima por encima del carácter, acaba formando una juventud narcisista que se siente mejor con el enriquecimiento fácil y rápido que con el trabajo duro y honrado. Esto último lo estamos viviendo aquí en Valledupar, ¡caramba! Mucha mermelada. La verdadera autoestima produce la satisfacción del deber cumplido. Parte de este enfoque equivocado de los niños obedece a que los padres ahora prefieren que sus hijos sean felices a que sean buenos. Es decir, se concentraron más en los sentimientos que en el comportamiento.

Una de las víctimas de este enfoque es la disciplina y el respeto a la autoridad. Y una sociedad difícilmente puede funcionar adecuadamente si su futuro ciudadano crece sin principios de disciplina y respeto.

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