“No podemos seguir separándonos en dos tribus diferentes, con distintos hechos y distintas realidades”. Esta pequeña parte de un sobrio y contundente discurso del líder republicano estadounidense Mitch McConnell, al referirse y reafirmar en concreto su posición frente a los atípicos, desagradables y desequilibrados sucesos violentos auspiciados por manifestantes republicanos, acaecidos en el Capitolio tras el pronunciamiento del triunfo definitivo del demócrata Joe Biden, refleja un poco las realidades de las sociedades latinoamericanas, y en especial la colombiana, toda vez que el nivel de polarización parece ser el termómetro y la balanza que mide los debates presidenciales en tiempos electorales.
A pesar de ello resaltamos que en la pasada jornada electoral no se presenciaron manifestaciones a través de vías de hecho por los resultados de los comicios nacionales. No obstante, la polarización que existe entre esas tribus, como las denomina McConnell, ejemplifica lo peligroso que puede llegar a convertirse un ejercicio democrático por naturaleza pero beligerante por convicción: cabe anotar, entonces, que el ejercicio de construcción colectiva del poder con la participación equilibrada y respetuosa de todos los ciudadanos, resulta ser un poco más difícil que la decisión de atropellar o auto proclamación de algunos caudillos enfermos por el poder, y que a veces parece que todos estuviéramos en medio de sus propios déjá vus.
Situaciones como estas podrían también servir como reflejo de una realidad no tan distante a la nuestra en la que cada periodo electoral, en vez de enriquecer la estructura democrática del Estado, parece más bien debilitarla y acercarla más a un modelo de tiranía contemporánea.
El abuso de poder históricamente ha sido inherente a quien lo ostenta, consciente o inconscientemente, y cruzar la línea no solo depende de la voluntad unilateral de los mandatarios, sino de la conciencia colectiva de las personas que en ocasiones decidimos apropiar y defender vías de hecho para defender las tropelías, muchas veces sin convicción.
Cuánto más se tolere y normalicen las conductas de violencia para dirimir las diferencias del poder, menos valor tendrá la libertad y la dignidad de las personas, por eso que tanto han luchado líderes mundiales para protegernos de quien en principio trasgrede los pactos y garantías de nuestros derechos individuales.