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El transitar del corrupto

Los localizamos en todas partes, pero sólo una pequeña cantidad de ellos ha sido descubierta, son los contaminantes deshonestos. Los hay en estado de oruga, y jóvenes; muchos más se desempeñan hace años como carcoma adulta, penetrando todo el sistema público administrativo de las entidades del Estado.

¿Son ineludibles las leyes para combatir el transitar del corrupto? En Colombia las leyes no tienen sentido pedagógico: la población poco consume legislación, las aplica de acuerdo con su concepción y trata de ajustar sus comportamientos para “cumplirla” con severidad o para infringirlas.

Pero hasta ahí nada más llega la ley como solución, cuando se cree todopoderosa y, por eso mismo, capaz de cambiar comportamientos, falla en la base, porque olvida que las personas, antes que por esas leyes numeradas, se siguen por los criterios que invoca la autonomía parcial de su conciencia. El indigno se inició en sus malas artes.

No es nada grave, se dice a sí mismo. El desvió de su moral, porque se trata sólo del recorte de unos cuantos recursos ya sea de salud o educación para destinarlos a obras civiles, porque este si le representan grandes dividendos, es más su itinerario prosigue deambulando que puede sacar, los encuentra en diferentes oficinas. Indagando cuáles son los contratos y presupuestos para analizar qué pericias hacer y de estos sacar una buena tajada. Los consigue supervisando obras, visitando el hospital u otras entidades, en cualquier rincón donde pueda extraer divisas el indecente acecha, porque esa es su transitar y función de dilapidar y sisar los recursos del pueblo.

A poco andar, y experimentando esa soledad del riesgo que no los cansa, los corrompidos, algo histéricos, pero ávidos de relaciones que lo nutran para realizar sus mañas, buscan socios; los encuentran sin problemas en jefes o colegas que, en nombre del programa o programas estrellas que le llegan recursos permanentes, montan sus maquinarias para estrujarlos. Y comienza su transitar, no se preocupan por un excelente servicio de salud, educación o una buena seguridad, entre otros. Y en elecciones compran la conciencia, han sido varias rutas de su transitar corrupto.

Extiende sus tentáculos y celada, pacta con servidores estatales y judiciales. Genera su propio comité de salvación pública, asegura la suya y los de su ralea.

Cuando logra este nivel, se cree con prestigio. Nadie piensa que él pueda ser depredador de los recursos del Estado, logrado cultivar su imagen ejemplar de servidor público. Presenta alentadores planes de desarrollo, muestra contratos que implican notables inversiones para demostrar que le está haciendo un bien a la comunidad, en fin, esos gruesos labios que denotan su vanidad se justifican, porque el hombre es un gran gestor del bien público, Su conciencia, a estas alturas, está durmiendo el sueño de los que se creen justos. Hasta que estalla el escándalo, y cuesta creerlo. Sus colaboradores se dividen, los del “yo lo sospechaba, yo ya lo sabía” y los del “yo no puedo creerlo”. Se inicia el proceso judicial; avanza y después se traba; surgen luces, pero después entra en tinieblas; hay condenas, pero más adelante se revocan, se comenta, todo es un mal entendido, pero el daño ya está hecho. Solamente se dice que fue un simple peculado.

Si no se forma conciencia, el ciclo volverá a repetirse, cometiendo atrocidades de toda índole, necesitamos personas serias, responsables, con sentido de pertenencia y pertinencia brindándoles lo mejor a la comunidad y no tomen el transitar del corrupto.

Por Anuar Cortázar Cáez

 

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