El economista Simon Kuznets (q.e.p.d) nació en Jarkov, Ucrania y posteriormente se nacionalizó en los Estados Unidos, obtuvo el Premio Nobel de Economía en 1971, gracias a su teoría del crecimiento económico sustentado en los pilares bien edificados desde lo social como baluarte del desarrollo.
Y es precisamente en una de sus frases célebres donde expresa: “la desigualdad es el precio propio antes de un despegue económico de un país”.
Es claro el mensaje que nos dejó este gran estadista para aquellos que buscan transformar y desarrollar sociedades. Con todo esto, Colombia no debe seguir haciéndose el de la vista gorda cuando habla de transición energética. ¿Por qué?
Antes de indagar sobre este tema tan mencionado en las redes sociales, en universidades, en los medios periodísticos y como bastión de la agenda política del Plan Nacional de Desarrollo (PND 2018-2022). Es bueno recordar la historia de otros acontecimientos “económicos” en Colombia.
Nos regresamos a la década de los años 80, donde se celebraba en la presidencia de aquellos tiempos y sacaban pecho con bombos y platillos por aquel futuro promisorio que se les avecinaba a los departamentos de La Guajira y Cesar. A la fecha de hoy, el tiempo le dio la razón a Kuznets. Antes de cualquier despegue económico, el gobierno debe sanar las heridas ocasionadas por su ausencia en los territorios.
Me refiero a los grandes yacimientos carboníferos de estos dos departamentos. Que después de cuatro décadas de explotación, me he situado en la línea del tiempo, desmenuzando cada factor modificador (todo aquello que se determina para medir y cuantificar la viabilidad sustentable de un proyecto). Es donde he identificado con la colaboración del experto internacional José Nelson Angulo del Instituto Sustentable, Canadá, el factor modificador más valioso que debe pagar toda nación antes de celebrar y cantar victoria. Me refiero a las necesidades básicas insatisfechas (NBI) de cada territorio rico en potencial de recursos naturales.
CESAR Y LA GUAJIRA
Para los casos de La Guajira y Cesar con el carbón y aquellos lugares majestuosos ricos en viento, radiación solar, biomasa, geotermia, agua entre otros.
Como vemos, las NBI después de más de cuatro décadas siguen vigentes en estos dos departamentos, no desconozco ciertos niveles de satisfacciones aliviadas, pero de forma no sustentable “hipotecaron a las generaciones venideras”.
La transición energética de ayer, hoy y mañana, repite la misma historia del carbón, grandes inversiones, importaciones de infraestructuras-equipos y manufactura (lo más triste de todo, muy poco el aporte de las manos colombianas), generación de puestos de trabajo, impuestos y regalías, pero aún, sin solucionar el factor modificador que viene frenando por décadas el futuro social, jurídico, ambiental y económico de muchos proyectos en Colombia.
Tenemos los casos de los proyectos como la Colosa, Eco Oro, Minesa y Quebradona, los más estratégicos para la economía del sector. Estos territorios heredaron el modelo de los proyectos carboníferos. Y nuevamente reitero, las empresas no les compete reemplazar la ausencia del Estado en las NBI, no lo sigan haciendo como parte de la Responsabilidad Social Empresarial, esto permite activar más detonantes que ocasionan los conflictos socioambientales. Colombia es el territorio por kilómetro cuadrado con el mayor número de conflictos socioambientales del orbe. Fuente: Atlas de Justicia Ambiental, 2022.
Y en esto hago un paréntesis, las empresas no han sido responsables de estos debacles que vive el sector minero desde hace más de 36 años. Por ejemplo: Drummond, fue el último proyecto de gran minería aprobado en Colombia para entrar en operación. Los casos de Queresas y Porvenir en Planeta Rica (Córdoba) de Cerro Matoso y el de Buriticá en el noroccidente antioqueño por mencionar, realmente son proyectos que se le suman a la producción e historia minera existente.
DÉCADAS DE DEUDAS
El país no tiene nada que celebrar, desde hace más de 36 años los recursos naturales y las NBI están necesitando una nueva forma de gobernanza, fortalecimiento y capacitación de la institucionalidad frente a la problemática creada por parte del Estado alrededor de los recursos naturales.
La tarea no es fácil, pero no es imposible. La transición energética actual, no dejará un legado sustentable (desde lo social, legal y ambiental, en lo económico reconozco que sí, pero desconectado totalmente de las NBI). Si no se establece una política Nacional como agenda prioritaria en la disminución y erradicación de las necesidades básicas insatisfechas (NBI), donde se instale una granja con paneles solares y turbinas eólicas, en 40 años se estará hablando el mismo cuento de siempre, construir sobre lo construido.
No espero que nuestras generaciones venideras, en caso de consultar sobre estos temas, y al leer esta columna, terminen expresando lo siguiente: repitieron la misma historia de la minería del carbón en las ERNC (energías renovables no convencionales).
POR JUAN DANIEL ANGULO ARGOTE/ESPECIAL PARA EL PILÓN