Si Gabriel García Márquez hubiera nacido en Valledupar y no en Aracataca, habría escrito sobre los Sagbini y no de los Buendía. Una historia familiar que deja recordatorios en todos los ámbitos posibles de la ciudad, desde comercio con edificios, pasando por la cultura hasta la política.
Algunos vallenatos putativos como José Luis Urón, actual presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Valledupar, aseguran que el mayor legado de Antonio Sagbini Polo fue la firma de credibilidad y respeto que genera el sello Sagbini, gracias al incansable trabajo de otro vallenato putativo, un José Arcadio Buendía, patriarca y pionero en tantas áreas de la recién nacida capital del vallenato.
Un legado libanés de emprendimiento y familia
Antonio Sagbini Polo nació en Bomba, Magdalena, en una familia marcada por sus raíces libanesas. Su padre, Antonio Sagbini Gishays, había llegado a Colombia desde un pueblo cuyo nombre se pronuncia igual que el apellido: Saghbine en el Líbano, estableciéndose como un exitoso empresario en Calamar, Bolívar. Como llegó tan pequeño a Calamar, siempre se consideró calamarense.
Según Marianne Sagbini, su hija, gestora cultural y artísta plástica: “Los abuelos y bisabuelo llegaron desde el Líbano y se quedaron en Calamar, donde se convirtieron en empresarios muy empoderados”. Este espíritu emprendedor fue heredado por Antonio, quien siempre tuvo un profundo respeto por los valores familiares inculcados por sus ancestros: “El libanés es muy familiar; trabajan juntos y se protegen mucho. Eso nos lo enseñó mi papá”.
Antonio creció rodeado de negocios familiares y aprendió desde joven el valor del trabajo. Sin embargo, su vida dio un giro cuando llegó a Valledupar en 1960, motivado por las oportunidades que ofrecía esta pequeña ciudad. Allí comenzó una nueva etapa que marcaría no solo su vida personal y profesional, sino también la historia cultural de la región.
De radiotécnico a empresario visionario
Al llegar a Valledupar, Antonio abrió un pequeño taller de reparación de radios. Su creatividad e ingenio lo llevaron a expandir su negocio con el apoyo de su esposa Yolanda Echávez, originaria de Ovejas, Sucre, con quien se casó en Valledupar. Marianne recuerda: “Mi mamá lo impulsó a emprender más allá del taller. Juntos fundaron ‘Radio Sagbini’, un negocio que creció hasta convertirse en una empresa próspera con más de 30 empleados”. Esa empresa inició en un local en la Calle 17 con 8ª.
Antonio era autodidacta y apasionado por el conocimiento. Se levantaba todos los días a las 4 de la mañana para leer sobre astronomía, botánica y metafísica. Lila Sagbini Echávez, licenciada en Filosofía y Letras, e hija, destacó en una columna del Portal News Caribe ese aspecto: “La carencia de una educación formal, que le generó el hambre y la sed de crecer como un gran autodidacta; se formó a través de un sinnúmero de largas horas de la lectura diaria durante muchos años”.
Además, aplicaba sus conocimientos técnicos y publicitarios para innovar en sus negocios. “Él mismo hacía sus publicidades y diseñaba equipos electrónicos cuando no había tecnología avanzada”, señala Marianne. Fue así que hizo el eslogan más recordado por la radio local: “Radio Sagbini Luz y Sonido, y dijo Dios hágase la luz y llegó Sagbini”.
El éxito empresarial de Antonio no solo benefició a su familia; también ayudó a decenas de personas. Contrataba a sus hermanos y primos para trabajar en sus empresas, siguiendo el ejemplo de solidaridad que había aprendido de su familia libanesa.
Pionero cultural: el Festival Vallenato y el Festival Sagbini
Aunque Antonio era un empresario exitoso, su verdadera pasión era la cultura. Antes del nacimiento del Festival de la Leyenda Vallenata en 1968, organizó concursos como “El Bolerista del Año” y “El Baladista del Año”. Su experiencia fue clave para el desarrollo del festival vallenato: “Cuando Consuelo Araujonoguera y Alfonso López Michelsen idearon el festival, mi papá aportó su conocimiento técnico para organizarlo”, explica Marianne. Por eso durante el primer Festival Vallenato, junto a Michelsen estaba Sagbini en la foto.
Antonio diseñó el sistema de sonido para la Plaza Alfonso López durante el primer Festival Vallenato, de manera gratuita. “Él era muy ingenioso. Diseñó los parlantes para evitar ecos y asegurar que el sonido llegara a toda la plaza”, relata la gestora cultural.
Posteriormente, Antonio creó el Festival Sagbini, cuyo principal atractivo era el concurso “La voz de los niños del vallenato”, “Buscando la Voz Femenina del Vallenato”. Este certamen buscaba destacar el talento femenino en un género dominado por hombres. Marianne comenta: “Mi papá sentía un profundo respeto por las mujeres y quería apoyarlas. (…) siempre buscó ayudar a las madres cabeza de familia”. Artistas como Yolanda Ariño y Ludys De la Ossa participaron en este evento que se mantuvo activo por más de una década.
Lila Sagbini resalta la faceta filantrópica de padre: “Fue su amor por el arte, a través de su mecenazgo con el acordeonero, Andrés “El Turco” Gil, que le donó un lugar para concretar la idea de una escuela de folclor, y le prestó instalaciones en su empresa, así mismo el amor por la pintura, se expresó apoyando a Miguel Ahumada, padre pintor, y a sus hijos como músicos”. El primer lugar del “Turco Gil” fue en el 5to piso del Edificio Sagbini en la calle de los muebles.
Así como apoyaba el arte, Toño Sagbini creía en incentivar el deporte, por eso apadrinó torneos y equipos de béisbol con Victor Douglas, fútbol y boxeo.
Un hombre que conoció grandes personalidades
A lo largo de su vida, Antonio tuvo contacto con figuras importantes del ámbito cultural y musical. Entre ellos destacan Néstor García y Miguel Ahumada, quienes lo acompañaron en sus primeros años en Valledupar. También trabajó estrechamente con Consuelo Araujonoguera durante los inicios del Festival Vallenato.
Además, Antonio fue mentor para muchos talentos emergentes. En su edificio empresarial ubicado en la calle 18 con carrera 8. Recibió a Gali Galiano y junto a sus músicos les patrocinó la alimentación en La Viña con hospedaje por motivo de un concierto fallido. “Mi papá siempre decía: ‘Toño Sagbini nació para servir’. Esa era su misión en la vida,” enfatiza Marianne.
Sagbini, el político liberal
José Luis Urón destaca que Antonio Sagbini no fue un ciudadano común, sino “un gran empresario, un hombre que cumplió con la ciudad, ayudó a construir esta ciudad que hoy es polo de desarrollo económico, empresarial y comercial del Caribe colombiano”. Urón enfatiza la deuda que la región tiene con Sagbini debido a su habilidad, compromiso empresarial, transparencia y honestidad en su trato con los empresarios. Sagbini poseía una grandeza particular: “era un vendedor de los que ya no existen,” capaz de resolver las necesidades de sus clientes, incluso ofreciendo facilidades de pago extraordinarias, demostrando su confianza y generosidad.
Además, Urón resalta la capacidad de Sagbini para entender y conectar con la diversidad cultural del departamento. “Siempre fue muy consecuente con la gente y sobre todo tuvo la capacidad de entender la diversidad cultural de este departamento. De este departamento cosmopolita”. Sagbini lograba establecer relaciones sólidas con personas de diferentes regiones, construyendo así una empresa inclusiva y diversa.
En el ámbito político, Sagbini cautivó a la gente, generando lo que Urón describe como “voto duro”. Este apoyo incondicional se debía a su compromiso con la defensa de las clases populares y los barrios periféricos desde el Concejo de Valledupar. “Toño Sagbini desde el Concejo de Valledupar se dedicó a defender las clases populares, los barrios periféricos, defender la necesidad de vivienda para la gente, de alcantarillado, de agua potable, de salud para la gente”. Urón lamenta que muchos de los concejales actuales no sigan el ejemplo de Sagbini, defendiendo el empleo y el crecimiento económico.
Un legado que trasciende generaciones
Antonio Sagbini Polo fue mucho más que un empresario; fue un hombre visionario que transformó Valledupar con su pasión por los negocios y la cultura. Su legado perdura no solo en los festivales que ayudó a fundar o los negocios que construyó, sino también en las vidas que impactó con su generosidad y compromiso.
La licenciada en Filósofía y Letras destaca que el mayor motivo de orgullo de su padre es su familia. “Soy el hombre más rico del mundo por haber tenido casi 20 hijos, 18”. En total, Toño Sagbini “tuvo 9 mujeres y 9 hombres, 46 nietos y una docena de bisnietos”.
Como Marianne concluye: “Mi papá entendió que su misión era servir. Fue un hombre autodidacta siempre motivado por aprender por eso se capacitó con el SENA y la Cámara de Comercio, creativo e innovador que dejó una huella imborrable en nuestra familia y en la historia cultural de Valledupar”.
Por: Katlin Navarro Luna / EL PILÓN