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¿Tolerancia o discriminación?

Después de todo el alboroto que se generó por las tales cartillas, quedó al descubierto que es un tema ultra sensible para la sociedad. Muy mal manejado por el Gobierno Nacional, de principio a fin; la ministra de entrada lo negó, luego lo aceptó, que la ONU, que se filtró; Colombia diversa como contratista tampoco quería dar declaraciones, después las dio. En fin, un desorden que aprovecharon el uribismo, sectores retardatarios de la iglesia, evangélicos, el Procurador y mandatarios locales, todos con intereses marcados; algunos buscando votos, otros por sus creencias ortodoxas, para mover a la intolerante masa que se movió, en algunos casos con pancartas insultantes y agresivas contra los homosexuales, en especial contra la Ministra de Educación, matoneada de forma vil y cobarde.

Un movimiento que se gestó en cuestión de horas, como siempre, terminó intimidando al Presidente Santos, otra vez no aguantó la presión y al final, por no afectar los resultados del plebiscito, dejó sola a su ministra y en el aire el fallo de la Corte Constitucional que obliga a revisar los manuales de los colegios para que sean más incluyentes y tengan un manejo adecuado con las minorías.

Pero más allá de lo que hubiese ocurrido y quien lo promovió, quedó en evidencia la homofobia de un país que, en su mayoría, se mueve con la doble moral y no acepta la condición homosexual, ni la aceptará, ni por opiniones como la del Papa Francisco que dijo: “quien soy yo para criticar a los homosexuales”, ni porque se les explique que representan entre el 5 y el 10 % de la población mundial, que son personas con errores y virtudes, que no son anormales y que esta condición no se aprende con una cartilla y tampoco se contagia.

Pero insisten y salieron algunos a marchar sin saber por qué, otros a ofender, como el mismo hijo del presidente Santos que por su visión extremista atacó a su propio primo, el hijo del exvicepresidente Pacho Santos, sacándolo del closet a empujones. Esa es la intolerancia que tiene jodido al país; donde se pregona paz pero no se aceptan las diferencias, aquí se discrimina no solo al homosexual, también al indígena, al negro, al enfermo, al pobre, a cualquier minoría de la que no nos agrade algún aspecto. Entonces ¿De qué paz estamos hablando? ¿Cuál es la misericordia de la que habla la iglesia? ¿La familia pero sin homosexuales, sin negros y sin minusválidos?

El Escritor Héctor Abad lo resumió muy bien en un corto video para la revista Semana: “Ser homosexual es como ser zurdo o diestro, se puede enseñar a ser religioso o fanático, pero también se puede enseñar a ser tolerante y a respetar la diferencia. Eso es lo que está tratado de hacer bien la Ministra de Educación y por eso la atacan”. Es cierto, otra cosa hubiese sido si al frente del Ministerio estuviese alguien de quien no se conociera su identidad sexual, gran parte de todo este problema es que a Gina Parody es lesbiana y muchos la consideran indigna para ingresar a un colegio, un claro acto de racismo e ignorancia absoluta, que hay que respetar, pero no aceptar. Si algo es despreciable en la vida, es una conducta que evoque lo vivido en épocas pasadas, cuando Hitler, quien se consideraba superior, movió una masa para acabar con la vida de muchos, sustentado en una ideología absurda.

El debate está abierto ¿Son los homosexuales seres del diablo o hacen parte del prójimo del que hablan los Mandamientos? Para mis, todos somos iguales ante Dios.

@JACOBOSOLANOC

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