El ser humano como sistema realiza un conjunto de procesos de autorregulación para el mantenimiento del equilibrio interno, en la composición y propiedades vitales. El agua es la sustancia fundamental de estos procesos: regula la temperatura corporal, participa en la descomposición bioquímica de los alimentos, ayuda a eliminar toxinas y los productos desecho, a lubricar las articulaciones y también actúa como un amortiguador para los ojos, cerebro, médula espinal e incluso para el feto a través de líquido amniótico.
El agua es una sustancia reveladora, una sustancia madre. Es vendimia de vida, ensoñación y alegría. Es imaginación, tonada nutricia del alma y purificación de los sentidos. El ser humano por naturaleza es un sempiterno sediento. Tiene sed biológica, emocional, estética y espiritual. La sed de amar, de aprender, de crear, de viajar, de conocer, lo sublimiza a la categoría de hombre pensante, científico o artista. Una muestra, desde la mirada estética, son estos versos: “Contrario a la sequía de la ausencia, a la múltiple desolación del desierto, a la estéril resonancia de la sed; estás tú, como mazorca de agua, desgranando sobre mí el zumo vital de tu cuerpo”.
La sed hace derramar lágrimas a los pájaros, cuando ven la soledad de los arboles sin hojas. La sed es la ansiedad de la rosa, para prolongar la dulce fragancia de sus pétalos. Es el grito de los bosques, cuando el fuego arroja sus lanzas coloradas y baña de cenizas el paisaje. La sed es la cruz del campesino, que ofrenda oraciones para que lleguen las lluvias y crezcan los ríos, para que surja la vida, germinen los frutos y cese el hambre.
La sed es una invocación de la infancia en nuestros pueblos ribereños, cuando en el verano extenso y estéril se hacen las cacimbas para que brote el agua El espíritu sediento, por esta larga sequía, nos aviva la esperanza del retorno de los tiempos de cosechas, de una primavera próxima; de ser abrazado por la resiliencia, o capacidad de los seres humanos para superar las circunstancias adversas.
Nosotros somos diferentes a los animales, somos inconformes y siempre buscamos algo más, pero en la necesidad de tomar agua nos parecemos. El salmista narra este pasaje: “los ciervos en épocas de verano braman ansiosos buscando un arroyo para saciar su sed. El bramar de este rumiante cuando está desesperado por encontrar agua, es una analogía del salmista con la condición de su alma de recibir el agua que fluye de la presencia deDios, la cual sacia toda sed espiritual del alma”.
En Valledupar la tradición de venerar al Señor, en su imagen de Santo Ecce Homo, es la fuente que calma la sed espiritual de los vallenatos. A nivel social son muchas expectativas, en virtud de la sed del joven gobernante Augusto Ramírez Uhía, quien promete pasar a la historia como el mejor alcalde de Valledupar. ¡Alabado sea por el Supremo Redentor!
Y pueda satisfacer las esperan-zadas comunidades, sedientas de justicia, buenos servicios públicos, seguridad, trabajo, educación, salud, deportes, cultura y bienestar.