Hace años un gobernante cesarense le escribió a don Guillermo Cano Isaza una carta en la que le pedía que me quitara de corresponsal de El Espectador y nombrara a otro periodista, porque no le gustaban mis noticias. Eso a raíz de las críticas que hice a algunos desfases en su administración.
Don Guillermo le respondió en su columna dominical titulada Libreta de Apuntes: “Entre la correspondencia que diariamente reciben los directores de periódicos, sus colaboradores y redactores, hay un noventa por ciento que por sus características insólitas –para no decir ofensivas y groseras, muchas de ellas anónimas- no merecen una respuesta ni pública ni privada. Algunas si acaso una contestación diferida”.
“Tal es el caso de la carta del gobernador del departamento del Cesar (dice el nombre, no lo escribo por respeto a su memoria) quien se dirigió a mí para ‘expresarle mi profunda inquietud’ ante el hecho de que su corresponsal, en esta ciudad, señora Mary Daza Orozco, en forma deliberada y maliciosa solo destaca las informaciones sin importancia y negativas tanto para la región como del gobierno que presido”.
“La carta del alto funcionario oficial no rectifica las informaciones sin importancia y negativas… Y agrega ‘eso le molesta sinceramente’, por eso le pido que piense en el cambio de corresponsal para lo cual la puede reemplazar por el periodista tal…” (y da el nombre de uno de mis buenos amigos).
Fue enfático don Guillermo: “Muchas gracias señor gobernador, pero usted nombra o destituye en su departamento, por su voluntad soberana o por ‘clientelismo’ o por ‘orden superior’, o por conveniencias políticas o personales a los empleados a su servicio. Pero como este periódico no es un “feudo” burocrático oficial, quien decide cuál o quién debe ser su colaborador es el periódico y no un presidente de la República, ni un ministro, ni un gobernador, ni un alcalde, ni un directorio político, ni ninguna jerarquía eclesiástica, ni ningún mando militar…”. (Hasta aquí transcribo lo de Don Guillermo).
Traigo a colación este incidente en mi vida profesional, porque ahora las presiones contra periodistas y medios son peores, se pide el cambio de periodistas y el medio los quita, se cambia una noticia porque a las grandes empresas multinacionales no les gusta, se ha impuesto el “No le doy pauta publicitaria, si no dice esto o menciona aquello”, en fin, es el chantaje que ha permeado a los grandes y a los modestos periódicos o medios de cualquier disciplina.
En el noventa por ciento de los casos no hay el arrojo, la enjundia de Guillermo Cano, ahora los puestos políticos, los enfados de políticos, los malestares de los mandatarios que castigan al medio negándole la pauta publicitaria (de lo que vive el periódico) todo eso, es más importante que la verdad.
Tratar de acallar una información es ir contra el derecho de informar o el derecho a la libre expresión, y hacerlo con una amenaza no tiene la mínima fisura de aceptación. Eso ocurre aquí y en las grandes ciudades, a los pequeños periódicos o a los grandes conglomerados informativos, este periódico en el que escribo, dentro de su sencillez, no ha cedido ante esas triquiñuelas, por lo menos en tantos años que llevo colaborando, de ahí que su directora se ganara, a nivel nacional, el premio al coraje periodístico.
Por Mary Daza Orozco