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Tifón,  el gigante  cósmico

Por Rodrigo López Barros 

Como nos enseñan las narraciones de las culturas mitológicas antiguas de muchos pueblos del oriente y del occidente del mundo, y refiriéndonos aquí, especialmente, a la griega,  me propongo señalar, someramente, según su teogonía, como se inició la vida del universo. 

Aquellos griegos, no se si los actuales, no creían  que el universo hubiera tenido un creador, como si los judíos, por ejemplo, sino, que había surgido de un caos primigenio, esto es, que el universo siempre  ha existido, aunque informe, primitivamente. Con algún sesgo hoy día, quizá,  podríamos inferir, que ellos fueron los precursores de la teoría de la 

evolución, tal vez, seguida, un poco,  por el experimentador naturalista inglés, Charles Dsrwin ( 1809–1882 ). En la modernidad y contemporaneidad, no son pocos  los científicos que se han interesado y se preocupan  por este tópico. Pero no debo desviarme del tema mitológico, que es el que aquí deseo que fluya.

Es necesario señalar,  porque hace parte de la cuestión, que en la cultura religiosa judía, Dios  hace al hombre a su imagen y semejanza, en cambio, en la mitología griega, es el hombre quien hace a los dioses, politeísmo, a su imagen y semejanza, tanto que estos no sólo se ayuntaron para procrear hijos, con sus iguales, las diosas, sino con musas y ninfas, y mujeres mortales. 

Pues bien, según aquella mitología, del caos emanaban,  los dioses, los titanes, los gigantes, los hombres, y todo lo demás, hasta lograr un orden universal, y sus leyes. Así fue como se hizo presente sobre la faz de la tierra, la diosa Gea, que justamente significa, en griego, tierra, y Urano, dios del cielo.  De modo que ya tenemos las dos principales deidades, la del cielo y la de la tierra, que originan las sucesivas reproducciones, .

Solamente me limitaré a uno solo de los hijos de estos consortes, Cronos, dios del tiempo.  A Cronos le ocurrió algo singular, pues hubo de cortarle el pene a su padre Urano para poder deshacer el abrazo sempiterno que mantenía con su esposa, Gea. Pero esto tuvo sus consecuencias fatales, pues en la psicología de Cronos, quedó grabado el episodio freudiano, de tal manera que para que no se repitiera en él lo que él había hecho con su padre, Urano, resolvió comerse a sus propios cinco hijos, uno tras otro, pero como no puedo contarlo todo, por el corto espacio periodístico, digo que el único que pudo salvarse, fue Zeus, por intervención de su madre, la diosa Rea.

Zeus, es el dios principal del panteón del Olimpo griego, señor del gobierno de los hombres, de la justicia, del orden, de la salud, de la economía, del bienestar de la naturaleza y de los hombres, de su constitución ética, en tiempos actuales, podemos decir, tutelar de los derechos humanos. Sin embargo, como sabemos,  por la historia, de todas las edades, esas cuestiones esenciales no sólo han  tenido amigos, sino, acérrimos,  enemigos. 

De tal manera que al dios Zeus le correspondió oponerse a las transgresores de su orden justo. Contra hombres comunes y corrientes, pero también contra generaciones de titanes y gigantes, en aquel mundo del pasado lejano. Se sabe, por aquella mitología, que, después de vencer a los titanes en la hecatombe llamada titanomaquia,  la principal contención la tuvo con el gigante Tifón. Un gigante cósmico, quien era tan alto y corpulento, que de pie, su cabeza tocaba el firmamento y cuando abría los brazos, el derecho tocaba los confines del oriente y  el izquierdo,  los del occidente. 

Tifón era un gigante absolutista,  no sólo se enfrentaba a Zeus y a los demás dioses del Olimpo, sino, luchaba contra sus propios pares, los gigantes, y desde luego, dominaba y avasallaba omnimadamente a los simples mortales, pisoteando sus derechos humanos.

Tan terrorífico psíquicamente era y horroroso en sus confusas formas monstruosas, que de sus ojos brotaban rayos y centellas, y de su cuerpo serpientes venenosas de muchas cabezas.

El dios Zeus había sido víctima del gigante Tifón, pues en una lucha cuerpo a cerpo, el gigante había alcanzado a destrozarle los tendones de brazos y piernas, que solamente pudo recuperar por la intervención de su hijo, el dios Hermes, celoso guardián de las buenas causas. Y entonces, restablecidas las fuerzas de Zeus y  su movilidad, para salvar a los demás dioses, titanes, gigantes y simples hombres mortales, no tuvo más para hacer que levantar con su fuerza omnipotente el monte Etna de la isla de Cicilia, en la Magna Grecia, y tirarlo encima del gigante hasta aplastarlo y desaparecerlo de la faz de la tierra, hecho lo cual,  Zeus se retiró a su sede del Olimpo y en compañía de los otros dioses, se dedicó a restablecer el orden, la paz y la justicia, en la comunidad universal de los hombres. Desde los montes de Pueblo Bello.

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