Por Orlando José Araque Lara
‘Kasa Araque’, en Manaure, es ya nombre familiar para la gente de la región que obligadamente figura en los anales de nuestra cultura vallenata.
Representa una época, define una modalidad hospitalaria, significa amistad pura y caracteriza el epicentro de la tertulia en nuestro inolvidable terruño.
Cincuenta años atrás Alfonso Cotes Queruz, eficaz propagandista de la intelectualidad vernácula, reminiscentemente evocaba en perfecta construcción literaria, la hermosa melodía ‘Tiempos idos’’, como recordándonos poéticamente, entonces, que ‘’Manaure es el sitio de mayor recordación…’’. Igual número de almanaques después, el anuncio cobra vigencia.
Quienes tuvimos la dicha y fortuna de acompañar a mi tío, el Internista, ‘Toño’ Araque, el 13 de julio pasado en ‘Kasa Araque’ en la celebración de su cumpleaños, seguro que nos encontrábamos inmersos en la dimensión del reencuentro con las cálidas amistades de otros lustros, compartiendo con la exquisitez y perfección interpretativa de nuestra amada música vallenata, ejecutada magistralmente por la dinastía López, con la expresión alegre de decenas de amigos fundidos en frenesí, en anticipado homenaje que le brindará la Fundación en el próximo Festival Vallenato, como brillantemente lo definiera el catedrático Iván Morón Cuello.
Los sublimes y apasionados registros de los acordeones de los Reyes Miguel, Álvaro y Navin López, el inconfundible gemido sonoro de la caja de Pablo Agustín, el trinar de la guacharaca del ‘Toto’ emulando a ‘La pava silvestre’, declamaban con insuperable mímica en honor de una madura y respetable concurrencia que sin descanso aplaudía al infinito.
El concierto del rey Álvaro López, como cierre de la velada, fue colosalmente encantador. El asistente a la reunión que hubiese bailado en ese momento hubiere sido calificado de hereje, en el claro entendido de que el vallenato es la crónica de una canción. Sus tres impecables interpretaciones nos permitieron descubrir nuevas sensaciones, que estremecieron nuestro interior y nos revivió la esperanza de regresar a las raíces del vallenato clásico, del género lirico o mejor aún de lo que realmente es el vallenato: un género literario.
‘Toño’ Araque, arquetipo de la elegancia, el donaire, la hospitalidad y la decencia como intérprete del sentimiento popular, acumula valiosos puntos en su no fácil tarea de no permitir que decaiga el cultivo de la amistad, brega que se torna difícil en un mundo gobernado por la aceleración, donde se ha perdido el trato frecuente, la conversación reposada, las horas compartidas.
Filósofos y pensadores se orientan por reconocer que el amor de amistad es uno de los más elevados. Los políticos, además de consultarle por su salud, deberían consultarle sobre cómo ganar la confianza, el respeto y el aprecio de los conciudadanos. Dios permita rencontrarnos el 13 de Julio de 2014.