Enfrentar el terrorismo y sus manifestaciones constituye un compromiso ético y político para todos. Es la expresión del silencio de la muerte de inocentes que fueron sorprendidos por decisiones criminales de autores que, teniendo reales o aparentes motivaciones políticas, apelan al delito. Es la confesión de que son incapaces de persuadir a otros con las ideas que pregonan y escogen el terror y la muerte.
La respuesta, más allá de la justicia que tiene que impartirse ante las acciones terroristas, requiere de un compromiso de toda la comunidad para enfrentarlo y proscribirlo. El terrorismo busca crear un ambiente de intimidación, asimismo, aspira quebrar la sensación de seguridad y cohesión de la sociedad civil y las autoridades por lo que es necesario estrechar lazos para enfrentarlo. El terror es inaceptable.
Al renunciar a persuadir mediante el diálogo pacífico y constructivo, los terroristas abandonan la política y la remplazan por la estrategia de la muerte. El silencio de la muerte de inocentes y el dolor de sus familias, como medio de convicción, es el cruel camino transitado por los terroristas. En fin, un medio reprochable. Ellos escogen el modelo de Caín, acabar con el hermano inocente. No te persuado, te mato es su consigna.
El terrorista no es un político. El terrorismo no es política. El filósofo vasco Fernando Savater dice: “Hablo de hacer política y no terrorismo, por lo que dejo aparte a quienes asesinan, torturan, incendian, secuestran, etcétera, cuyos motivos políticos pueden ser indudables sin que ello les convierta en políticos por mucho que se empeñen”, así se lee en el libro, Perdonen las molestias. Crónica de una batalla sin armas contra las armas.
El terrorismo tampoco es admisible en los conflictos armados. El terrorismo tiene esa singularidad, no es política y tampoco es admisible en la guerra. El terrorista está por fuera de la política y en la ilegalidad en la guerra. Las reglas que limitan el ejercicio de la violencia en los conflictos armados proscriben el terrorismo como método para el conflicto. Su uso está castigado por las normas de Derecho Internacional Humanitario DIH.
El fin de la guerra no es la destrucción física del enemigo, sino la victoria, y el terrorista al asesinar o lesionar lo que hace es aniquilar no derrotar al prójimo. Sun Tzu, en El arte de la guerra, en forma categórica, nos enseña que la victoria es el principal objetivo, por lo tanto, matar, y por fuera del combate, es un delito de guerra.
Asimismo, enseña: “Atacar ciudades es la peor política”. También nos dice: “Por lo general, la mejor política en la guerra es tomar intacto un Estado; arruinarlo es inferior política”. No premies las matanzas. En el DIH está proscrito atacar la población civil. No escapa a la prohibición realizar incursiones indiscriminadas en las que se empleen métodos de combates cuyos efectos no es posible limitar.
Por todas estas reflexiones rechazamos el ataque aleve a la Estación de Policía de San José en un tradicional barrio de Barranquilla, en la que inocentes policías fueron víctimas del terrorismo. Si bien son integrantes de la Fuerza Pública y parte combatiente en un conflicto armado, no es menos cierto que el ataque se realizó por fuera del combate y sin medir las consecuencias que afectaron la población civil. No al terrorismo y rodear a las autoridades es la forma de fortalecer la democracia y construir paz. No al terrorismo, la consigna.