No resulta sensato hablar de que los tiempos pasados fueron mejores que los actuales, pero hay que considerar que en los últimos años en la política regional colombiana nos hemos visto envuelto en un declive enorme en materia de preparación de los candidatos y su capacidad de ejecución de proyectos en beneficio del bien común.
El cambio que introdujo la constitución del 1991 marcó la transformación hacia la descentralización del estado y posteriormente con el multipartidismo político desencadenó la “liberación” política en las regiones, en donde las ideologías importan cada vez menos, pero continúa vigente el hambre de poder. En nuestro caso, no hemos aprovechado la autonomía que se logró inicialmente desde la creación del departamento del Cesar, luego con la constitución del 91 y aún con la evolución del multipartidismo a través de sus reformas.
Queda claro que los tiempos actuales son un terreno fértil para la autonomía regional para que sus mismos habitantes puedan resolver sus propios problemas, pero vemos que esto ha sido utilizado como lugar sin doliente, donde cada uno busca conservar su dinastía política sacando provecho sin compromiso político o ideológico.
Adicionalmente, las campañas políticas han tenido que adaptarse rápidamente a muchos cambios a la vez, en un mundo digital más dinámico donde cada vez menos importa el discurso, las ideas, el debate sino la manipulación del elector, la difamación del contrincante y “programas de gobierno” populistas e improvisados. Lo más triste es que la sociedad ha caído en el mismo circulo vicioso de los políticos, que en su afán de demostrar lealtad –y no precisamente a las ideas– acompañan su estilo desatinado, incluso en instituciones que podrían ser mucho más autónomas, pero dentro del proceso de elección de sus dirigentes recurren también al proselitismo popular, como es el caso de las Universidades. Obviamente muchas personas buscan más allá de demostrar lealtad, recibir algo de la “mermelada” institucional.
Por eso vemos tanta difusión en redes sociales y polémicas absurdas en defensa y ataque de “líderes”, que escalan en las conversaciones comunes del día a día. Qué útil sería que en cada mensaje de difusión de las virtudes de un candidato en folletos de publicidad que serán pronto mucho más comunes compartida por los simpatizantes, en un acto de honestidad estuviese también sus defectos y debilidades. Además, que todo mensaje mostrando desaprobación o ataque a un “líder” vaya acompañado con hechos y evidencias comprobables; porque en esta tierra fértil que han heredados nuestros mandatarios proliferan todo tipo de plantaciones, dando frutos buenos y malos, pero la maleza hay que reducirla para que no siga creciendo y pensemos que hacen parte del cultivo por el abandono a los que realmente labran la tierra, el pueblo.