“También Saúl y los hombres de Israel se reunieron, acamparon en el valle de Ela y se pusieron en orden de batalla contra los filisteos”. 1 Samuel 17:2.
La historia que hoy nos ocupa tiene como contexto la victoria de David sobre Goliat. Como debemos recordar, este fue un episodio de entre una larga historia de batallas y conflictos entre estos dos pueblos vecinos, pero enemigos.
En este incidente encontramos a los israelitas paralizados por el temor. Durante cuarenta largos días el gigante Goliat salía dos veces por día, por la mañana y por la tarde, para insultar y lanzar improperios contra los hombres de ejercito de Saul y contra su Dios. Este tipo de provocación era común, lo extraño era que entre el ejercito israelita no se encontraba un solo hombre dispuesto a responder al desafío y hacerle frente al filisteo. ¡Los israelitas estaban reunidos en orden de batalla, pero paralizados por el temor!
Las batallas no se ganan con solo reunir al ejército. Convocar a los guerreros es parte de la etapa preparatoria para confrontar al enemigo; pero si permanecen reunidos pero quietos y no se movilizan para iniciar el combate, de nada sirve que se hayan reunido. ¡Las batallas solamente se ganan cuando se toma la decisión de entrar en combate!
Queridos amigos, ¿esta imagen les parece familiar? Esa indecisión y pasividad de los soldados israelitas en los momentos que más se requería de su arrojo y valor, nos hace pensar en aquellos momentos de la vida en los que hemos perdido el rumbo. Muchas veces hemos convertido las reuniones y convocatorias en fines en sí mismos, cuando en realidad el alistamiento es solo una parte de la estrategia para enfrentar las batallas.
La reunionitis y el alistamiento sin acción no conducen a ninguna victoria. El estar formados en orden de batalla no intimida al enemigo. Hacemos el ridículo cuando asumimos posturas sin acciones consecuentes.
Como líderes es fundamental que mantengamos los ojos sobre esta realidad. Nuestra función no es proveer una interminable sucesión de reuniones para entretener, sino convocar a todos, líderes y personas del pueblo para capacitarlos en cómo vencer a nuestros enemigos. Y si ya pertenecemos a un conglomerado social, no podemos mantenernos en un estado de pasividad, porque eso atenta contra los propósitos mismos de Dios para los cuales fuimos creados.
Los gobiernos deben tener un propósito de servicio con un claro sentido de misión y de destino, funcionar con la dinámica correcta de reunir y formar para lograr llevar planes de progreso y desarrollo al pueblo.
Igual, la Iglesia de Jesucristo debe permanecer en orden de batalla para luego salir a conquistar nuevos territorios espirituales, para ir al campo enemigo y tomar lo que nos ha sido robado. Un solo hombre, David, con su acción valerosa de enfrentar al gigante, logró levantar el techo del temor paralizante de toda la nación. ¿Querrás ser tú la persona que levanta el límite del temor y conduce a los suyos a una gran victoria? ¡Dios te use en ese propósito!
Saludos y bendiciones abundantes.