El sistema tarifario estipulado por la Ley 142 de 1994 y complementado por la Ley 1428 de 2010, para fijar los precios de los servicios públicos domiciliarios en Colombia, es bastante complicado, en especial en lo referente al valor del KWh que regula la CREG. En todo proceso de producción, para fijar los costos unitarios se incluyen muchas variables como costos de materias primas, depreciación de maquinaria, mano de obra, gastos administrativos, etc.; pero nunca se le carga a estos costos las posibles pérdidas que puedan presentarse, que debe asumirlas el dueño del negocio porque la competencia ofrece a menores precio igual producto; hoy el costo del KWh asciende a $841.87 antes de descontar los subsidios, esto es, 22.5 centavos de dólar al precio medio de ($3.743.09/dólar), año 2021. Colombia, junto a Chile, se encuentra en la media de los precios del KWh en América Latina; Brasil, Argentina y Bolivia están por debajo de los USD 10 centavos. En Cuba son menos de 5 centavos de dólar.
Es inexplicable que Colombia, con mejores condiciones para generar energías renovables que la mayoría de los países del continente, no tenga los costos más bajos; de hecho, hoy el 65% de nuestra energía es de este tipo, muy por encima de Brasil que genera el 46.1%. Para ese mismo año, en los EE. UU el costo medio del KWh fue USD 0.133. El precio medio en el mundo en 2022 ascendió a USD 0.144. Es de anotar que en EE. UU solo el 10% de la energía consumida es renovable, la mayor parte la proveen el petróleo y el gas, siendo el segundo mayor contaminante del planeta después de la China; sin embargo, sus precios al detal por KWh son casi la mitad de lo que vale en Colombia. Lo que sucede es que un mismo negocio no puede dar para tantos, al menos que sea de cocaína, pero aquí hay un pul de servidores que se pega como garrapata al mismo negocio convirtiéndolo en oligopolio; esto encarece la prestación del servicio. El costo de un KWh cobrado es una fórmula muy ingeniosa que el usuario promedio desconoce e incluye seis ítems: compra de energía (32.3%), transmisión (5.48%), distribución (26.7%), comercialización (14%), pérdidas (17.4%) y restricciones (4.3%), concepto cuyo significado ignoro; desconozco que, en cualquier otro tipo de mercadeo, las pérdidas las asume el consumidor. Así, el negocio es seguro.
Existe otro gravamen para los estratos 5 y 6 conocido como contribución que equivale al 16.7% del consumo y es el subsidio que dan quienes tienen mayores ingresos a los más pobres.
En algunos países, el usuario tiene la libertad de escoger su proveedor de energía en función de los precios ofrecidos por este; esto permite la libre competencia. Aquí no tenemos esa posibilidad y, quizás, eso permite la especulación en los precios; por eso, hace algunos días el presidente Petro manifestó que intervendría la CREG y enseguida los proveedores anunciaron rebajas en el precio del KWh que resultó pírrica. No conforme, en el informe de los 100 días, el presidente dijo que actuaría frente a esta situación y está bien que lo haga, al usuario de los servicios públicos se le debe respetar; habrá que esperar qué medidas tome en la defensa del usuario.
Hay subsidios para los estratos 1, 2 y 3, pero solo para el consumo de subsistencia que oscila entre 130 a 173 KWh/mes, según el clima del lugar; pasados estos niveles de consumo se les aplica la tarifa plena. Sin embargo, estos subsidios no son suficientes para remediar el efecto que sobre la canasta familiar tiene el costo de la energía. Los subsidios en América Latina no son redistributivos; la información disponible es que, de cada diez unidades monetarias destinadas a subsidiar, solo una llega a los más pobres y el resto favorece al 20% más pudiente. Habría que buscar una escala más redistributiva a la hora de estipular el precio del KWh. Según Portafolio, los costos de energía han aumentado 27.29% durante este año.