En medio del eco de las manifestaciones de estudiantes y organizaciones sociales del país, a finales de 2019, se incubaba en China lo que hoy nos tiene postrado a confinamiento, la pandemia.
Volvió después de 100 años; en aquel entonces se llamó pandemia de influenza, a inicios del siglo XX, que causó enorme daño a la humanidad, afectando también a ciertas zonas del país, especialmente Bogotá; regresó esta vez motivada por el Corona-virus / SARS- CoV-2, generando la enfermedad denominada covid-19, eliminando fronteras sin discriminar raza, credo o posición económica.
Las manifestaciones, volviendo al paro nacional, en palabras de los comerciantes generó pérdidas económicas en sus negocios, y caos en la movilidad e incertidumbre en todos los estamentos, con el agravante, por los ribetes que estaba tomando, de enfrentar a un país con poca posibilidad de dirección y de gobernabilidad.
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El coronavirus, a comienzo de año, se asomó tímidamente con posible auspicio culposo o doloso de las autoridades chinas, a quien acusan de haber escondido temporalmente una primera realidad en espera de que culminase su manejo e intercambio comercial de fin de año.
Se les acusa también de haber generado una de las cuatro opciones que vienen especulando como el de generar una arma bioquímica; el haber descuidado los protocolos de bioseguridad en su estudio del coronavirus, dejando escapar a través de uno de sus funcionarios infectado, y quien pudo haber visitado el mercado de Wuhan, contaminando un comerciante, aquel funcionario del laboratorio de Wuhan denominado VCW; otra como el de la trasmisión vía animal, entre otras.
Acusaciones a las que responden señalando que fue el Ejército americano quien se las llevó, y quienes estuvieron en las olimpiadas celebradas en esa ciudad en fecha previa al anuncio de la presencia del virus. En fin, vendrán más argumentos, todos de momento sin soporte científico.
El Gobierno y el Estado colombiano, que somos todos, enfrentamos estas dos realidades, el paro nacional inconcluso, suspendido, esperando turno para su reinicio, y el manejo de la pandemia.
Estamos obligados a prestar todos los esfuerzos para conjurar estos dos fenómenos que afectarán negativa o positivamente el devenir de todos y de nuestros descendientes. Sobre el descontento, motor de las manifestaciones y previo a su reinicio, el Gobierno debe prepararse, desde ya y cuenta con el tiempo suficiente, para estudiar a fondo esta realidad, con ejercicios y soportes de conocedores del tema. Es la oportunidad para que, y a través de un comité nombrado por el ejecutivo, se inicie la tarea de buscar soluciones de fondo al ‘petitum’ de los organizadores del paro, que en esencia, son aspiraciones de la gran mayoría del conglomerado nacional, y es la gran oportunidad reitero.
Tendrán, deberán, que estudiar reformas de fondo, estructurales, que van de lo fiscal, pasando por la corrupción, desempleo, inseguridad, educación, pensión y demás, sobre el cual, recién quedaron los lapiceros descargados por todo lo escrito sobre ello.
Sobre la pandemia, en lo urgente es menester propender, sin dilaciones, por la atención primaria de la población vulnerable, de forma estructurada y sostenida; representadas en alimentación, salud, trabajo, vivienda, confinamiento y convivencia, y evitar de paso el descontento general que bien podría traer graves problemas a la mal llamada democracia, de no tener al menos lo básico para su subsistencia, en razón del confinamiento obligatorio y sus consecuencias.
Álvaro Ramírez Molina | EL PILÓN