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Tala y quema.

 

Por: Hernán Maestre Martínez

Especialista en Gestión Ambiental

 

Valledupar, Ciudad Ecológica de Colombia. Recuperemos y conservemos las cuencas  de los ríos Guatapurí y Cesar. Hagamos causa común para que el embalse Los Besotes sea una realidad, es agua para la vida en Valledupar, La Paz y San Diego.

 

El presente escrito recoge, sin pretender ser profeta, algunas predicciones de desastres ecológicos potenciales con los cuales el hombre ha contribuido de manera incontrolada en la regresión de los ecosistemas naturales desde hace muchos años, cuando aparecieron las primeras civilizaciones basadas en la agricultura y ganadería.

 

Con el aprovechamiento de los bosques, la expansión de la ganadería, la explotación agrícola de los suelos más o menos aptos para ella, la construcción de viviendas y de vías de comunicación, aplicados en grados muy distintos a los suelos aluviales de los valles y a las vertientes de alguna manera empinadas de las montañas, a los ecosistemas más maduros y a los más juveniles, se ha contribuidos a lo largo de los siglos al establecimiento y mantenimiento de una considerable heterogeneidad de situaciones, pero en todos los casos el resultado ha sido un mayor o menor deterioro del ecosistema.

 

En muchos lugares de la tierra la deforestación ha constituido y constituye aún el primer paso para la destrucción de los ecosistemas naturales, y tras ella ha llegado la erosión acelerada del suelo, en bosques naturales de todos los estratos de vegetación, tales como árboles, arbustos y otras plantas herbáceas.

 

El problema de las quemas no se puede tratar desvinculado de la gravedad que ocasiona ésta en los suelos. Lo anterior debido a que el hombre quema afectando su materia orgánica, además de quemar una buena proporción de la vegetación del suelo contribuyendo a la destrucción del humus del terreno y afectando sin duda la vitalidad del suelo por la producción de quema, no solo destruye los suelos si no que produce efectos colaterales como la contaminación atmosférica así como la destrucción de otras formas vegetales o animales útiles en el equilibrio biológico, y algo importantísimo que no se puede desconocer los inmensos daños en un vital elemento como es el agua.

 

Algo muy significativo en este tema de quema de arboles, es que el hombre se está direccionando a la destrucción de la superficie terrestre, especialmente del suelo, para dejarlo expuesto a la acción de las aguas y los vientos, entre otros, sobreviniendo lo que conocemos como erosión. Destruir los suelos de un territorio, no cabe dudas, significa acabar con su economía ya que ellos constituyen la base fundamental en que se sustentan las actividades generadoras de la existencia del hombre, por lo que nos surge una pregunta: ¿qué debemos hacer nosotros para seguir viviendo, siendo que el suelo es la principal condición para producir los bienes consumidos diariamente? Aplicar practicas de conservación de suelo como medio propicio para su recuperación y para seguirlos utilizando.

 

Se calcula que un m2 de suelo con su vegetación natural de arbustos y musgos retiene por año 6 ¼ toneladas de agua, cuando existe una precipitación solamente de 600 milímetros por año.

 

Aquí en Colombia de la cual hacemos parte, el problema de utilización del suelo es grave por el consecuente deterioro ambiental. Es así como una tercera parte de la superficie total de nuestro territorio presenta fenómenos de erosión con intensidad leve tirando a mediana, con el agravante de que los efectos de la erosión no solamente tiene que ver con la perdida de suelos, sino que producen inundaciones por perdida de los suelos de su  capacidad de retención de agua; las SEQUIAS que no permiten el nacimiento de vegetación reguladora del clima y es el mayor contaminante individual del agua.

 

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