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¿Supremacismo o preservación?

Es la segunda vez que a través de este espacio discutimos  o abrimos el debate sobre la implementación de la cátedra vallenata en el Cesar. La cátedra llamada ‘Valores y Talentos Vallenatos Consuelo Araujo Noguera’ es un proyecto pedagógico que tiene como fin implementar en colegios y universidades el estudio de la expresión cultural del vallenato a través de la música, para salvaguardar el folclor y las raíces autóctonas de toda la Provincia de Padilla, promoviendo así en los estudiantes el amor y el interés por la historia vallenata, sus inicios y personajes.

Tomás Darío Gutiérrez,  cofundador de la Fundación del  Festival, comentó que la implementación de la cátedra  es indispensable en los colegios debido a que es valioso enseñar la música, las tradiciones literarias y artísticas del territorio para que sean salvaguardadas por las generaciones futuras. 

Contrario piensa el escritor Diógenes Pino: “En el departamento del Cesar desde hace algún tiempo se viene sufriendo dicho síndrome por parte de un sector que cree que lo único que debe existir como cultura es la que ellos llaman «música vallenata», apropiada por el hecho de hacer el festival de este género musical. Es que desde la promulgación de la Ley Consuelo Araujo Noguera se ha intentado tercamente imponer por la fuerza del poder político la música de acordeón en el Cesar sin tener en cuenta el valor y la importancia de las otras culturas que coexisten en el departamento. Ya en el 2011 se intentó y desde Tamalameque se respondió impidiendo su imposición obligatoria”

Este no es un debate nuevo. Para el año 2011, este proyecto había sido respaldado por el diputado Hilario Añez, quien consiguió, a través de la ordenanza número 0000026, que se aprobara por la Asamblea del Departamento del Cesar la también llamada ‘Ley Consuelo’. Los planes eran incluir la Cátedra Vallenata en más de 100 colegios de los 24 municipios, implementando el estudio de la cultura a través de la música.

Sin embargo, en aquel entonces, cuando se disponían a comenzar labores en los diferentes municipios, socializando el tema, se encontraron en Tamalameque a un grupo de líderes que se rehusaban a recibir la socialización de la cátedra aduciendo que su cultura tamborera no hacía parte de la cultura vallenata, por lo tanto no se les podía exigir un estudio que no hablara de su idiosincrasia.

Diógenes Armando Pino, quien aún se opone, junto a Edelmira Martínez Lozano y Eguis Palma Esquivel, fueron los estudiantes que presentaron ante la Corte Constitucional la demanda, saliendo respaldados  con la sentencia C-054 de 2013. Son legítimas las posiciones, duro el debate y costará tiempo hallar un consenso. Quizá, al final, habrá consenso en que frente a dos corrientes  antagónicas e impetuosas tocará entre ellas sobreaguar. Nos tranquiliza en medio de tantas bajas humanas y sangre derramada en el país,  cómo el bálsamo de la cultura es un canto a la vida,  al recordar al maestro  Rafael Escalona decir, en contraposición de la violencia que venía del interior en los años 50, que la vallenata era una invasión que iba, sin fusiles, de guitarras y acordeones.

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Redacción El Pilón: