Esta icónica frase de mi padre usada cuando ya no necesitaba más explicaciones o cuando todo estaba claro en una situación, hoy la utilizo para dejar en claro mi opinión acerca de la tenebrosa y penosa situación que vive el sistema de salud colombiano y los galenos de nuestro país.
Profesionales, que diariamente, como el reconocido doctor Manuel del Castillo, hoy en boca de todos por el desenlace de un caso en su contra, somos víctimas de las injusticias y los ultrajes por parte de pacientes, familiares y de un Estado que no ha sido capaz de dar solución a la friabilidad del sistema de salud que se desmorona a pedazos y que, como consecuencia, busca un punto débil hacia dónde dirigir los dedos acusadores.
Al leer con detenida calma, a lo cual invito a todos los lectores de este diario, la carta abierta del doctor Manuel del Castillo dirigida a la Sociedad Médica Colombiana y al público en general que circula libremente por los medios y redes sociales virtuales, saltan a la luz algunos aspectos realmente grotescos como la frialdad y la poca preparación con las que se ha desarrollado este caso en contra de un prestigioso galeno de nuestra sociedad.
Al parecer, ya no bastan las amenazas por parte de los familiares que irrumpen cuales dueños de casa en consultorios, urgencias e inclusive en lugares tan sagrados y estériles como los quirófanos, para profanar, amedrentar y amenazar con cualquier tipo de arma a su alcance. Como se puede evidenciar en la carta, se preparan casos complejos en contra de los galenos, siendo los entes acusadores carentes del conocimiento que se requiere para el estudio de la práctica médica y de las intervenciones y encargan peritos poco preparados, con poco recorrido y cuya última palabra es tomada sobre la voz de personas con largos años de experiencia, títulos a nivel internacional y suficiente evidencia sustentada por estudios científicos a nivel mundial.
Es muy triste pero también muy acertado, afirmar que practicar la medicina en Colombia se ha convertido en una cacería a campo abierto, como se dice en la jerga popular, pelea de tigre con burro amarrado, en donde no hacen falta tres dedos de frente para saber quién es el sujeto haciendo el papel del burro. Es esta en realidad la triste realidad de tan hermosa profesión que solo busca el bienestar de la sociedad, pero que, a su vez, se ve diariamente menospreciada y agredida, y que infortunadamente no tiene a nadie que vele por su buen nombre.
No está de más reiterar el apoyo total al doctor Manuel del Castillo Amaris y a todos los colegas que se encuentren en situaciones similares, quienes seguimos siendo víctimas de injusticias y maltratos diariamente, y quienes no contamos con apoyo alguno para ejercer sana y libremente nuestra profesión.
*Médico General – Universidad de Cartagena.
Por Iván José Castro López