Los mismos taladros que perforaban el planeta en busca de combustible crudo y carbón ahora abren huecos en la tierra, en busca de ríos subterráneos; mientras las calles siguen atestadas de gente que debe salir a hacer y a deshacer bajo los inclementes rayos ultravioleta que evaporan el sudor de sus frentes, que cae sobre pavimento caliente. Con el fenómeno del niño la región se convierte en una película fatalista. El valle es un hervidero.
El agua escasea más que las posibilidades de empleo. Es el último domingo de julio y entre los pocos centímetros de lluvia que ha caído este año y la brisa, se achicharraron las posibilidades de cosechar la tierra; la comida y el agua del ganado se agotaron hace meses.
Ante las desgracia ambiental el Estado toma medidas, repartiendo alimento para el ganado. Propone ahorrar agua y prepararse para el verano. Sin embargo ya todos sabemos que vivimos en un clima diferente al de nuestros padres, ahora en el trópico existen simplemente intensas sequías e intensas lluvias.
Ya ni siquiera deberíamos llamarlos fenómenos del niño o de la niña porque ahora son la normalidad y quienes tenemos que preparar sistemas para esta nueva condición que nos impone la naturaleza somos principalmente los ciudadanos, que escasamente logramos subsistir en medio de tantos inconvenientes sociales, ya que las organizaciones públicas y privadas, que desde hace años la burocracia inventó como solución al tratamiento de estos problemas, solo funcionan cuando la tragedia ha sido inminente.
La gente, que anda a pie por la precariedad del sistema de transporte local, camina intentando ampararse del sol bajo la sombra de árboles y edificios.
En las esquinas se habla de calor, de sequía, y de la falta de credibilidad en la paz, esa paz prometida como estrategia reeleccionista, que genera en la ciudadanía afectada por el asedio de la violencia el alto costo de la inclemente factura de Electricaribe, que no perdona. Las calles y las cárceles repletas de jóvenes, fuerza laboral en potencia que encuentra en el asalto a mano armada una solución práctica a los problemas de dinero, aparecen todos los días en el periódico, reseñadas con fotos que explican las historias de sus victimarios y víctimas.
Levitando sobre nuestros pueblos y ciudades, de vez en cuando nubes estériles sobrevuelan.Viajan hasta aquí y se van. Y luego regresan para irse de nuevo.Es una película en donde el peor de los pronósticos de los científicos empieza a ejercer sobre la población su inmenso poder destructivo, algo de ver y no creer, es sentirse en una pesadilla, querer despertarse y no poder.Así es y así será, hasta que llueva; si es que llueve.