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Soy Gustavo Petro y seguiré de Senador

Después de los resultados del 13 de marzo esta es la situación de la extrema izquierda.

Petro ganó pero no ganó. Así de simple. Es fácil saber que quedaron muy preocupados él y su libretista predilecto, Gustavo Bolívar: el mismo que no paga a sus contratistas por los trabajos que realizan en sus negocios, los mismos negocios que se nutren del neoliberalismo que él tanto dice combatir; el mismo que ha escrito series que muestran al mundo “lo mejor” de nosotros; el mismo que tiene una mansión en Miami. 

Petro estaba serio en su discurso del domingo 13, parco, ni una sonrisa se le vió; ni siquiera fue amable con su familia, ahí presente. Y Bolívar, al ser entrevistado, mostró rabia y profunda preocupación. Hicieron cuentas alegres, derrocharon prepotencia y optimismo y se dieron cuenta de que sí existe memoria colectiva en el pueblo colombiano. No van a ganar.

La manera como Petro organizó y lideró a la primera línea, la reciente visita al Vaticano que antecedió su apoyo al aborto indiscriminado, su video en el que guarda varios fajos de billetes en bolsas, su nefasto pasado guerrillero como ‘El Cacas’, ser el cerebro detrás de los más recientes paros, entre muchas otras locuras, lo aterrizaron de barrigazo.

Las encuestas muestran que lo conoce casi el 100% de la nación y que tiene una imagen negativa del 50%. Está cerca de su techo. Estará en la segunda vuelta pero no le alcanzará para ser Presidente, Colombia merece otro destino. Luego de 4 años de campaña terminó perdiendo votos frente a los resultados del 2018. Eso sí, recibirá varios miles de millones por reposición; ojalá con eso pague las multas que le debe al erario.

La extrema izquierda se quedó con los crespos hechos. No llegaron a tomarse el Capitolio. Crecieron en votación, claro que sí, aumentaron su representación pero estuvieron lejos de lo que pretendían. Y si eso no se dio en su mejor momento ya no ocurrirá. Muchos de sus amigos, que le asegurarían gobernabilidad, se quemaron. Recuerden cómo le fue a la Fuerza Ciudadana, de Caicedo, su amigo y lustrabotas, fiasco total. Se chamuscaron. 

Los errores de Petro han sido muchos y algunos tontos, se ve desubicado, inseguro. Llegué a pensar que era un hombre peligrosamente inteligente pero ahora veo que es torpe, muy torpe. Subestima a la gente que no le cree, que al verlo cambiar de piel constantemente duda de su integridad. Hoy lo imaginamos imprimiendo billetes; es bueno para contarlos como lo hemos visto en ciertos videos cuya existencia hoy agradecemos y de los que no hemos recibido explicaciones. 

La gente no lo ve como adalid de la lucha anticorrupción con personajes como Roy, Benedetti y Piedad, detrás. La gente lo recuerda como guerrillero, terrorista y secuestrador en el M-19 y siente dolor al ver cómo durante los bloqueos desde su equipo de comunicaciones validaron muertes en una ambulancia “porque de todas maneras eso iba a pasar”. 

¡Petro olvida la toma del Palacio de Justicia del 85 y ahora dice que con él Colombia será una potencia de la vida! Tampoco olvidamos su nefasto paso por la Alcaldía de Bogotá. Pregona respetar las decisiones de las autoridades pero le hizo conejo a las de la Procuraduría cuando lo destituyó por inepto.

Ese es el Petro de hoy. El que esperaba obtener 50 senadores y la mitad de la Cámara. El resentido. El que muestra desprecio por los demás candidatos, odio por los empresarios e industriales, por la fuerza pública, el que desconoce el valor del trabajo de muchos colombianos que nunca hemos empuñado un arma y madrugamos todos los días para construir un país mejor, con más oportunidades; el que afecta con su dialéctica a los colombianos que por rechazar la impunidad en favor de sus amigos de las FARC terminamos siendo los “amigos de la guerra”; el que le tiene pavor a los debates porque tiene un “rabo de paja” del tamaño del mundo.

El que tiene las manos manchadas de sangre es Petro, no nosotros. Ese Petro incoherente al que no le comemos cuento. El que pronto dirá: “Soy Gustavo Petro y seguiré de Senador”.   Ya viene la del Centro Esperanza…

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Jorge Eduardo Ávila: