Como me satisface que las irregularidades que a menudo se señalan en esta columna, en su mayoría se corrijan casi siempre, en esta ciudad, pues me he vuelto un columnista parroquial que los problemas de economía, de balanza comercial, déficit fiscal o el PIB, ‘paf o puf’ o de alto turmequé se los dejo a mis compañeros en donde hay expertos.
Quien puede dudar de ‘Napo’ De Armas mi buen amigo y contradictor ideológico, en sus cálculos y porcentajes para mi aburridísimo; de mi tocayo y famoso cirujano José Manuel Romero Churio cuando se mete en lo suyo en lo científico; o del prestigioso abogado y docente Hugo Mendoza, que cada vez mejora más sus escritos que son un deleite para los aficionados a las inquietudes jurídicas y los estudiantes de derecho al igual que el Dr Darío Arregocés; Jaime García Chadid quien pensionado y desocupado se ha volcado a escribir interesantes columnas ilustrativas o Jacobo Solano Cerchar, el hijo del rebelde Jesús, que como él, tiene las mismas puntas en sus crudas, reales y demoledoras críticas.
Admiro la sapiencia del ‘profe’ Atuesta en literatura y poesía, Aquilino Cotes narrador sabroso de sucesos diarios; Antonio Araujo C., el hijo de mi querida amiga Eddy Calderón, quien maneja con destreza y sin pasión el tema político; mi querido primo hermano el “Pájaro” Julio Oñate Martínez, una institución y enciclopedia en temas de la música vallenata; Valerio Mejía, ‘Vale’ es un hombre bueno que todos los viernes nos impregna de su espiritualidad y por último el polifacético, divertido pero mordaz Edgardo Mendoza Guerra, como me gusta leerlos a todos.
Aparte, los editoriales de El Pilón y las caricaturas diarias de Safady. Los primeros muy buenos, escritos sin pasiones y con una libertad absoluta, siempre dirigidos al mejoramiento del departamento, sus municipios y especialmente su capital y las segundas, yo les tengo miedo, porque casi siempre son agresivas y dan en la ñoña.
Se acabó el espacio y de lo que iba a escribir, ‘ni mi…’ pero siga así alcalde, párele bolas a las vainitas que aquí escribimos por el bienestar de su ciudad y me perdonan los demás compañeros columnistas, porque repito se acabó el espacio y sus columnas también los leo, aunque son muy técnicos y elevados y yo me inclino por lo fácil y cotidiano. ¡Soy corroncho! y eso ya no tiene remedio, “así nací y así soy y si no me quieren, ni modo”.
CUCAYO: Después de este largo encierro resolví tomar oxígeno y en compañía de Mercy, mi hijo mayor José Manuel y su señora Máryori, fuimos a almorzar al bello y querido Patillal al restaurante campestre de Amparo Daza. ¡Que comida nojoda! Que chivo guisao y que sancocho, que atención, eso es pa’ ya y que precios tan buenos. No es porque sea mi prima, vayan y verán que es verdad y no se arrepentirán. La Melodía los espera.