Por: Valerio Mejía Araújo
“Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer. ¡No tengo refugio ni hay quien cuide de mi vida! Salmos 142:4
Si nos sintonizamos con este mundo de seres humanos, oiremos un clamor de ansias de amar y ser amados. La sociedad está conformada por personas que nos aman o nos niegan su amor, y por aquellos a quienes amamos o les negamos amor. Dios nos creó para el amor. Jesús compendió la Ley diciendo que nuestro amor por Dios, por nosotros mismos y por el prójimo era el cumplimiento de toda la Ley.
El mundo pide a gritos amor verdadero, amor que perdone, que sane, que integre en lugar de dividir, que aliente y traiga esperanza en lugar de dudas y confusión. El Nuevo Testamento contiene un poco más de cincuenta referencias donde se nos ordena amar. Nos toca en todas nuestras relaciones y permea todos los papeles que representamos como seres sociales: como padres, cónyuges, hijos, amigos, hermanos en la fe, incluso con nuestros enemigos.
Estoy tratando de decir que el mundo necesita ver el amor en acción: en nuestras casas, en oficinas, en nuestras iglesias, en las ciudades, en las calles. Pero el amor exige acción y debemos disponernos para dar los primeros pasos. Y cuando el mundo se tambalea de desilusión y muchos están buscando respuestas que no satisfacen la fe o los sentidos, es cuando debemos afianzarnos en la convicción que quienes conocen el amor de Dios -por cuanto ha sido derramado en sus corazones- no debemos permanecer en el desaliento y desesperación; porque hay una respuesta cierta, y su nombre es: Jesús. Si queremos brindar esperanza a quienes nos rodean, el camino seguro y la fuente incuestionable es brindarle a Jesús.
Hay una propaganda en TV, en la que personas como zombis entran en trance, mientras sudan copiosamente y repiten “futbol, futbol”. Así mismo las personas a nuestro alrededor clama a gritos por ser amados y tenidos en cuenta. En este mundo frío que a veces se niega a reconocer a un Dios amoroso, la mejor demostración de amor es la “atención concentrada” y esta se manifiesta con nuestra capacidad de alentar a otros.
Registro con tristeza la inmensa capacidad que tenemos de hacer daño y destruir el ánimo, la fe y la esperanza de otros. Una palabra, un gesto, la negación de un saludo, la falta de un pequeño detalle, podría ocasionar desesperanza en otras personas y sumirlos en la tristeza más profunda.
Alentar es la acción de inspirar en otros, valor renovado, renovar el espíritu y la esperanza. Es cuando las personas se ponen a nuestro lado durante los tiempos difíciles para darnos un valor renovado, un espíritu renovado y una esperanza renovada.
Amigos lectores, cuando entregamos aliento iniciamos un efecto de ondas positivas que traerá renovación y cambio en la vida de las personas. Nunca podremos valorar lo suficiente el milagro que puede producir una palabra amable, esa pequeña nota, ese cálido toque, ese abrazo que le damos a una persona quebrantada y dolida. En realidad, podemos iniciar una renovación que no termine nunca en esa persona.
Hoy, estoy invitándote a que invirtamos nuestra vida en alentar a otros. Algunas razones:
Primera, porque es un necesidad tremenda y sentida en nuestra época. Cada día nos despertamos en un mundo que parece más confundido y desordenado que la noche anterior. Todos necesitamos de personas que nos ayuden a superar la turbulencia y las crisis propias del paso por la vida.
Segunda, es una prioridad de nuestro Dios. Dios es un alentador por naturaleza. El Espíritu Santo es el llamado a estar a nuestro lado alentándonos. Debemos ser alentadores porque hemos recibido el consuelo y aliento de Dios.
Tercera, es un claro propósito en nuestras Biblias. La Biblia está llena de verdad alentadora. Siento un respeto y admiración profundo por cada sacerdote y pastor que dedica su vida a la enseñanza de la Biblia y cuyo objetivo más excelso es que por la gracia de Dios, las personas salgan todos los domingos con ánimo renovado en sus corazones. Gloriosa vocación que se dedica a señalar el sólido aliento que se encuentra en la Biblia y sobre la cual las personas podrán anclar todas las experiencias de su vida.
Cuarta, es una oportunidad para comenzar procesos nuevos de restauración. Cuando estamos animados, podemos animar a otros. Podemos brindar mensajes de afirmación que inician procesos de renovación en otros y que deben continuar para siempre.
Caro amigo: La vida vence la muerte en medio de la cotidianidad. En la regularidad de nuestro día, el ánimo y la actitud positiva deben vencer y reemplazar a las sinuosas circunstancias humanas.
Un precioso coro que cantamos dice: “Porque ÉL vive, ¡Triunfaré mañana!/ Porque ÉL vive, ¡Ya no hay temor!/ Porque yo sé que el futuro es suyo, la vida vale más y más, ¡Solo por ÉL!”
¿Te gustaría ser un instrumento de su amor? Dile conmigo: “Querido Dios, hazme un instrumento de ánimo y esperanza para otros, mientras llenas mi vida de ilusión y más amor por ti. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén”.
Recuerda: ¡Eres alguien y mereces lo mejor! Te mando un abrazo y mi voz de aliento… ¡Ánimo, adelante!
valeriomejia@etb.net.co