Y soplan con fuerza para la carne colombiana, con miras a convertirse en otro producto líder dentro de nuestra oferta agropecuaria al mercado mundial, lo cual hoy resulta estratégico para el país, no solo por la mengua de los ingresos petroleros, frente a la cual se impone un esfuerzo de diversificación de la canasta exportadora, sino por la mayor competitividad que la devaluación consecuente le está otorgando a renglones no tradicionales como la carne.
Las señales están a la vista. De la más inmediata y promisoria puedo dar testimonio directo. Junto con funcionarios del ICA, Invima y Procolombia, de quienes debo reconocer su proactividad y profesionalismo, participamos de una misión comercial para buscarle mercados a la carne colombiana en los países de Oriente Medio y Norte de África. En Dubai se hicieron contactos importantes en Gulfood 2015, una de las principales ferias de alimentos en el mundo. En Egipto, uno de los principales compradores de carne, hubo exitosas reuniones a nivel ministerial y con los grandes importadores, al punto que, ya para el mes de marzo, hay una visita programada a varias plantas de sacrificio para tramitar su certificación. La acogida fue similar en Jordania y Argelia, pero más allá de las cortesías protocolarias, percibimos un gran interés en la carne colombiana y no exagero en optimismo al vaticinar que para el segundo semestre ya podríamos entrar con fuerza en esos mercados.
Pero hay más señales. Una multinacional de la carne como la brasilera Minerva, que transa anualmente 7.000 millones de dólares en el mercado mundial y tiene presencia en varios países del Cono Sur, ha puesto los ojos en Colombia y, sin pestañear, ha decidido comprar el frigorífico Red Cárnica en el departamento de Córdoba, como pica en Flandes para convertir a nuestro país en puerta exportadora.
Algo ha cambiado, sin lugar a dudas. No hay suficiente carne bovina en el mundo y, por ello, fue el único commodity que dobló precio y sigue al alza en un escenario de recuperación económica mundial. Se estima que, para 2022, el consumo aumentará un 14%, hasta llegar un mercado mundial de 76 millones de toneladas. Hoy el consumo per cápita mundial es de 6,8 kilos/año, frente a 33 recomendados por la FAO, lo cual representa un increíble potencial de crecimiento. No obstante, del lado de la oferta, las potencias cárnicas, lejos de incrementar su producción para atender la nueva demanda, la reducirán 1,9%, en tanto que los países con capacidad para cumplir ese cometido están concentrados en el trópico.
Y ahí estamos nosotros, en el trópico, con grandes ventajas comparativas para llenar ese vacío, con disponibilidad de tierra y agua, con vocación ganadera y ubicación privilegiada para el comercio internacional, a lo cual se suman grandes avances en competitividad productiva, estatus sanitario y excelencia genética con reconocimiento internacional.
Vamos a exportar –no hay duda–, pero debemos transitar el camino con proyección y buen juicio. Habrá que sopesar el legítimo interés inmediato del ganadero con la visión estratégica de un negocio rentable a largo plazo, y a lo que me refiero es a la importancia de privilegiar la exportación de valor agregado, sin menoscabo de lograr un ‘mix exportador’ entre carne en sus diversas presentaciones y animales en pie.
Sería inaceptable que la inversión extranjera, ya presente en el país y curtida en el negocio exportador, se quede con la pulpa y el resto del sector deba conformarse con el hueso. No. Soplan nuevos vientos y la ganadería como un todo debe aprovecharlos para avanzar en su consolidación dentro de la economía colombiana.