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Son peores el miedo y la corrupción que las pandemias

El significado que tenemos de pandemia no corresponde con su etimología; si descomponemos sus raíces griegas matrices, encontramos que es “un conjunto de pueblo” o  “pueblos de todo el mundo”. Para nada dice que estos estén enfermos; suena más a democracia que a enfermedad. Cuando hablamos de panamérica nos referimos a toda esa región sin pensar que esté o no enferma; si hablamos de panspermia, aludimos al origen de la vida desde allende la tierra.

 Nos vendieron la palabreja como algo terrorífico, meter miedo es rentable, gajes de los idiomas y de los gobiernos. Otra cosa es que haya enfermedades universales que transmiten miedo y traen la muerte, como el covid-19. El miedo y la corrupción, que también son armas universales, son más peligrosos que cualquier virus así no los llamen pandemia. Infundir el miedo sobre el infierno y el  más allá se hizo fisiológico. Los espantos, la llorona, el cuco, el silboncito y otras amenazas más, son leyendas de miedo y hacen parte de esa cultura del terror. También, el fin del mundo para purgar los pecados, es un miedo teologal. 

Por miedo y corrupción se han producido casi todas las guerras de la humanidad, incluyendo las sacras como la Inquisición y otras; por miedo se han ganado muchos procesos electorales y han sido desplazadas millones de personas. El miedo al castrochavismo en Colombia se hizo viral, es una filosofía que aquí dio resultados pero no en EE.UU, aunque muchos le temían. El envenenamiento al socio bocón para silenciarlo es un mensaje de miedo sin dejar rastro.

 La corrupción, por su parte, la madre de todos los vicios públicos y el terror de los indefensos ciudadanos, privilegia al amigo delincuente con prebendas contractuales y burocráticas, tapando lo indeseable, en nombre de la solidaridad. A eso sí hay que temerle porque pone en peligro la salud pública y cunde el mal ejemplo frente a la sociedad. Hoy todos los actores del fraude a Bogotá, denunciados por Gustavo Petro, afines al actual gobierno, ya están libres y listos para seguir sus pingues negocios con el Estado, y los enlaces clave de Odebrecht siguen dando ruedas de prensa como si nada hubiera pasado. 

En los primeros años de la república, ya la corrupción  tenía vida; Rafael Núñez así lo creyó y fue cuando dijo: “Regeneración o catástrofe”. Hoy, la catástrofe ya está y toca, dentro de ella, hacer una regeneración total porque todo el país y la sociedad tocaron fondo, la oportunidad es única, el olor a alcantarilla supera los mínimos internacionales. A Núñez le preocupaba si necesitábamos un Estado federalista o centralista, eso se hizo con la constitución de 1886, hoy lo que necesitamos definir es si Colombia puede o no ser un Estado decente. Ese es el quid. 

¿Cómo hacer? Son la ética personal y la moral pública las bases de este acuerdo sin sesgos ideológicos. Sabemos que no todo derechista es deshonesto y que no todo izquierdista es honesto, de todo hay en la viña del Señor. Esta es una premisa fundamental y sobre ella nos toca hacer una guirnalda, Colombia espera y necesita su redención. ¡Sin miedos para superar la catástrofe! 

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