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¿Somos gente jaque o gentuza?

Ayer, EL PILÓN en primera página publica la noticia: “Policía refuerza la vigilancia en el Parque de La Vida tras actos vandálicos”. En cuyo contenido denuncia varias acciones vandálicas. Además, aberrantes considero yo. Porque han ocurrido en apenas tres días de la inauguración de tan agradable y emblemático parque, construido a pesar de las múltiples necesidades prioritarias presentes, aunque criticable, no se debe ignorar   que las buenas realizaciones se logran con muchos sacrificios y privaciones.   

Darío Echandía, quien nació en 1897 y falleció en 1989, fue abogado y político liberal sobresaliente, como buen analítico ilustrado y conocedor de nuestro país, dijo: “Colombia es un país de cafres”. Esta gran realidad que ratifica la pregunta: ¿somos gente jaque o gentuza? Para no ser dogmático, respondo que el principal causante del rezago de la evolución de Colombia -y, lógicamente de los colombianos- ha sido la gente jaque o gentuza que siempre ha tenido nuestro país.

Definitivamente, la gente de Colombia cada día es peor y, por ende, la gente de otras latitudes nos catalogan como lo peorcito del mundo terrenal, y lo más grave es que gente de países en condiciones similares a la nuestra, incluso más inmoral (para no endilgarle otro calificativo), sin reato alguno nos censuran. Lamentablemente, así estamos, los justos sobrellevando las aberraciones de los inescrupulosos, estos últimos son aquellos que he rotulado en esta columna.

Desafortunadamente, en Colombia pulula la gente jaque o gentuza. Un montón de ellos nos representan en el Congreso, muchos son gobernadores departamentales y alcaldes municipales. También abundan en los tribunales, en las rectorías de colegios y universidades. Ministros y presidentes del país. Jerarcas de las diferentes religiones. En fin, no dispongo de espacio para enumerarlos a todos. Este vergonzoso flagelo se debe más que todo a lo que yo denomino clientelismo criminal. Para mí, la mayor perversidad de la humanidad. Porque la clientela debe ser honorable; es decir, inmaculada, proba y libre de recelos.  

Lo anterior, aunque inalcanzable. La depuración vale la pena, si en otras comarcas lo han logrado, por qué en Colombia no. Es cuestión de voluntad en todos los niveles, lo primordial es la educación integral rigurosa de los hijos, ya que son los futuros dirigentes de la humanidad, si no, nunca erradicaremos las tragedias catastróficas.     

Por: José Romero Churio.

Categories: Columnista
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