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Solo para atrevidos

“Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús”. San Mateo 14,29

Más allá de la justa y merecida felicitación para los triunfadores; hoy, quiero reflexionar acerca del arrojo y la valentía de todos los candidatos, quienes, sin calzar muchos puntos, se lanzan hacia la incierta aventura de hacerse elegir para ocupar un cargo regional.

He tomado el texto del epígrafe por cuanto son muchas las enseñanzas que se desprenden, y no solamente en el sentido de la falta de fe y sus causas, tales como: Quitar los ojos de Jesús y comenzar a ver las circunstancias del fuerte viento y la furia de las olas antes de comenzar a hundirnos en las profundidades de la duda y la frustración.

Tomando la aventura de Pedro, no quiero enfocarme en el error cometido y en la importancia de mantener los ojos en Cristo para no naufragar en nuestros emprendimientos y propósitos; quiero tomar la dimensión completa de la experiencia, especialmente enfocados en la manera en que debemos encarar los proyectos que tengamos.

Dos aspectos sobresalen desde esa nueva perspectiva: El primero es que, cuando nos desborda la pasión, tendemos a lanzarnos a un proyecto sin calcular los costos y sin un concienzudo examen. Si acaso, sobre la marcha elevamos una oración haciendo participe a Dios de nuestro proyecto, aunque ya hemos tomado la decisión de llevarlo a cabo, pase lo que pase. Es interesante notar que, Pedro no emprendió la marcha hasta que no recibió la afirmación del Señor. “Si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven”.

Caros amigos, este es el proceder correcto. Cualquiera que sea nuestra meta, debemos detenernos y preguntarle al Señor si nos da luz verde para avanzar. Puede ser que las circunstancias parezcan indicar que es el tiempo y la oportunidad, pero esperemos la orden de partida. Dudo mucho que Dios haya dado la orden de partida para tantos ahogados.

El segundo aspecto que llama la tención es la valentía del pedido de Pedro. Sintió el deseo de experimentar lo mismo que su Maestro y cuando escuchó la invitación, se lanzó a caminar sobre las olas. Los escépticos dicen: ¡Ah, pero se hundió! Yo digo: ¡Pero, caminó! ¡Qué experiencia tan extraordinaria! Mientras los otros discípulos permanecieron en la seguridad del bote; tal vez, tiesos de las ganas, Pedro, igual que su maestro, caminó sobre las aguas. ¿Suena familiar? Muchos que ven los toros desde la barrera, prefieren no correr riesgos, mientras critican a aquellos que intentan hacer algo nuevo y que valientemente se lanzan en busca de sus sueños.

Como corolario: Imaginemos a los discípulos ya viejos, mientras al calor de una fogata, recordaban sus experiencias, uno dijo: “Conocimos aun hombre que caminó sobre las aguas”. Pero, solamente uno de ellos podía decir: ¡Ese fui yo! ¡Una vez, caminé hacia Jesús sobre las aguas!
“Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan”. Esperemos la orden de partida y lancémonos a la conquista de nuestros planes, mirando solo a Jesús.
Abrazos y Bendiciones del Señor.

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