X

Solo en la vejez se llora con nostalgia

Alguna vez vi llorar a un niño y descifré en él la necesidad de satisfacer su hambre o su antojo bajo el auspicio innato de merecerlo todo por su indefensión e ingenuidad. El llanto de un niño entristece de acuerdo con la jerarquía del poder de su estrato. La inocencia busca consolación y amparo en las lágrimas.

Luego vi llorar a un adolescente y sus muy pocas lágrimas me indicaron el afán de adquirir algo y no poder lograrlo por incapacidad física, mental y emocional en la lucha con su ego, sin pensar en que los años viejos nunca llegarán y la vida de la perpetua juventud no es eterna. Aquí su llanto invita a la reflexión del poder irracional y puede significar una lucha interna con la identidad, la presión social o conflictos emocionales profundos en búsqueda de la independencia.

Después vi llorar a un joven y entendí que el amor florece en los instantes más inesperados, en donde el primer romance es único y exclusivo de la emoción desmedida del miedo a perder la dicha de un beso dulce y apasionado de la mujer anhelada. En este estado el llanto causa pesar y tristeza.

Más tarde vi llorar a un hombre en estado de madurez en donde las lágrimas escasean bajo el poder del machismo y de un corazón que va adquiriendo sensibilidad social pues sus pecados y errores lo inducen a ello a través de una carrera llamada vida, en donde los logros negados por la afición de amar a otras  cosas y adorar el dinero antes que a la convivencia humana sana dentro de los infortunios, le niegan el amparo de un apoyo moral por el simple hecho de sentirse amo y señor de los cielos donde vale más la fortuna mal repartida de una conciencia sin sentido social. También sus lágrimas pueden reflejar una profunda tristeza, estrés acumulado, o la aceptación del dolor y en este estado se dedica más a pensar que a llorar cuando aún no se ha logrado una estabilidad social. 

Luego vi llorar a un viejo o anciano o como le quieran llamar, y sentí el placer inmenso del llanto, que cuando sacude el corazón, sitio donde se almacenan las emociones y sentimientos y en donde la comunicación rápida entre éste y cerebro aparece para dar lugar a la fusión del cuerpo con el alma; solo allí es posible entender que solo estos seres humanos maduros de dichas y amarguras y en las redes de la sabiduría de la experiencia, adquieren la conciencia de la razón inminente de que la proximidad con la muerte y su enfrentamiento da la oportunidad de sentir y estrechar sin cobardía, porque si se  ha practicado el bien, este da especie de permisos escalonados para unas lágrimas que si se logran amontonar dan espacio a los llantos profundos y silenciosos donde los verdaderos sentimientos de amor y paz residen; entonces es lógico expresar que solo a quienes los años viejos logran atrapar bajo el peso de los momentos con la soledad, solo allí se notará como se llora con verdadero sentimiento.

Lo más hermoso del viejo, es cuando llora solo y solo con su silencio, que sin acudir al idioma de los gestos nunca demuestra su dolor de vida; su debilidad y sus lágrimas escondidas no logran secar su corazón para seguir amando y perdonando.

Los sentimientos de un hombre viejo suelen estar marcados por una profunda mezcla de nostalgia, sabiduría y, a veces, resignación. A medida que el tiempo avanza, el pasado adquiere un peso significativo.

La soledad puede ser un compañero constante cuando se ha sobrevivido a la ausencia de lo amado, o si la familia se ha dispersado y ha ido a morir a otra parte, cuando el tiempo, las circunstancias y las necesidades imponen sus límites al destino.

El hombre viejo encuentra consuelo en la sabiduría acumulada y en la capacidad de vivir un presente con la calma que la juventud no siempre permite. La vida, avanza sin detención, y sigue siendo un viaje lleno de significado, que ayuda a vencer el miedo a lo que se avecina y a entender que es un ciclo en donde cada una de las etapas de nacer, crecer y morir tienen su valor.

La gratitud por las pequeñas cosas, por los momentos compartidos y por las lecciones aprendidas, se vuelve más evidente y es por ello que el hombre viejo esconde sus lágrimas y siempre llora en compañía de su silencio para que aquellas no se vean por ninguna parte y es entonces cuando se dice que solo el hombre viejo llora con sus verdaderos sentimientos.

Cuando la juventud ha sido juiciosa y respetuosa, en la vejez nos volvemos profetas y solemos llorar para que nuestras lágrimas rieguen la paz, y sin que nadie las vea, rimen con la ausencia de la vida.

Ver llorar a un anciano es presenciar una expresión de dolor acumulado, nostalgia o pérdida. Sus lágrimas pueden reflejar recuerdos pasados, soledad, la fragilidad de la vida en su etapa final y es un momento que marca la profundidad de la experiencia vivida y la vulnerabilidad que las hojas secas muestran al ser arrastradas por el viento al iniciar el verano.

Por: Fausto Cotes N.

Categories: Columnista
Fausto Cotes: