De ellos viene propiamente el pensamiento filosófico. Sócrates no dejó nada escrito, su sabiduría la transmitió a través de su discípulo Platón. Murió injustamente, obligado por la autoridad que lo condenó a beber la cicuta.
Platón fue el maestro de Aristóteles. Esta triada pasaría a la historia como la conformadora del siglo de oro de la filosofía griega, hacia los siglos V y IV a.c.
Por ser de actualidad el asunto, narro de Platón la siguiente anécdota. A su paso por Siracusa, sur de Italia, el rey Dionisio era el tirano allí. Se trenzaron en una discusión, y el tirano lo mandó a vender como esclavo, y lo compraron unos amigos, para lograr su libertad. Los tiranos generalmente se oponen a la razón.
Fundó la Academia, donde se impartía formación filosófica, de música, de matemáticas, astronomía y ciencias físicas. Su pensamiento consideraba que no era lo útil sino lo inútil lo más digno de conocerse.
Su amor al conocimiento lo compartió con su más destacado discípulo, Aristóteles, más tarde su contradictor en la senda del conocimiento. Esta oposición, la ilustra el pintor del renacimiento italiano Rafael Sanzio, en su cuadro exhibido en los aposentos de los Museos Vaticanos, que lleva su nombre, y que se llama la Escuela de Atenas, donde presidiendo ambos una reunión de filósofos, está Platón con su mano derecha apuntando hacia arriba – el mundo de las ideas – y Aristóteles, al frente, hacia el mundo de la naturaleza.
La historia registra como hecho importante para Aristóteles el haber sido preceptor de Alejandro Magno. Pero habrá que decir al mismo tiempo que una de las glorias del conquistador es el haber sido alumno de Aristóteles.
Dícese que éste nunca reconoció eso como un hecho relevante, porque si él hablaba de sustancias y accidentes, Alejando solo soñaba con guerras y conquistas; si él hablaba de democracia, Polis y ciudades, Alejandro pensaba en monarquía, imperios y súbditos.
Consigno unas poquísimas expresiones célebres de Aristóteles. La diferencia entre los sabios y los ignorantes es tanto como la que existe entre los vivos y los muertos. Si la vida recibe la luz del sol, el alma la recibe de la ciencia.
Las raíces de la ciencia son amargas, pero sus frutos dulces.
El hijo de Aristóteles se llamaba Nicómaco, en su honor escribió el célebre tratado de la Ética y la Política.
En Atenas Aristóteles fundó El Liceo, que constituyó la competencia natural de La Academia de Platón. Mientras en éste estudiaban los hijos de los aristócratas, aquel estaba orientado hacia la clase media, inclinada la enseñanza hacia la ciencia y sus métodos.
Para Platón, el conocimiento de la naturaleza era dualista, enseñaba que el mundo de las cosas imperfectas no era más que reflejo del de las ideas, de las cosas perfectas. Lo cual ilustró con el mito de la caverna. Habiendo aprendido de su maestro la diferencia de origen entre el alma y el cuerpo, sostuvo que aquella al abandonar el cuerpo por la muerte, salía en búsqueda de su perfección, mediante reencarnaciones sucesivas – metempsicosis.
Aristóteles, en cambio, optó por el conocimiento experimental – a ejemplo de su padre médico, habiéndose dedicado a repensar el papel del conocimiento sensitivo. Comprendió que este conocimiento y el del alma –la razón– debían entenderse, no como conocimientos separados, sino único, como partes de un mismo proceso, por eso pudo afirmar “nada hay en el entendimiento que no haya pasado primero por los sentidos”. De esta manera, habiendo encontrado la llave del conocimiento, abandonó el dualismo platónico.
Por Rodrigo López Barros
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