En el marco de la implementación de los acuerdos de La Habana, que se vienen articulando a nivel nacional, se ha desatado una insana confrontación por parte de los enemigos al acercamiento de esa paz que tanto anhelamos los colombianos.
La paz según decía Gandhi es “el camino para edificar la solidez de una estructura social, equitativa, justa y democrática”. Con base en este axioma los ciudadanos de bien estamos inclinados a aunar esfuerzos que propicien el fortalecimiento de una verdadera paz justa, pronta y duradera. ¿Será difícil hacer este ideal una realidad? ¿Qué nos lo impide?
Inicialmente es importante destacar que se dio el proceso de desarme, considerado por analistas internacionales como el punto coyuntural y de gran controversia, si se tiene en cuenta que fue objeto de ataques virulentos. Fue el 20 de junio del año en curso que tuvo desenlace en el corregimiento de Mesetas, Meta, antecedido unas semanas en los 26 campamentos sectoriales. En virtud a este logro, el Gobierno Nacional ha trabajado con la extinta guerrilla y los voceros de paz que harán parte del Congreso de la Republica, con voz pero sin voto.
Desde ya los protagonistas de estos roles vienen diseñando un extensivo y estratégico trabajo por todos los rincones de la geografía colombiana. El objetivo no es otro que informar de manera pedagógica los acuerdos de La Habana que ya fueron firmados. Estos acuerdos tienen como finalidad movilizar resortes psicológicos, crear expectativas e involucrar la participación interactiva de los diferentes estamentos de la sociedad colombiana entorno a la concreción de iniciativas que faciliten desarmar los ímpetus mezquinos en este proceso; lograrlo no es fácil, pero tampoco es imposible. Por lo cual es tarea de muchos unificar estrategias que coadyuven a sensibilizar los corazones y encausarlas por el camino de la tolerancia, el sosiego y la concordia. Los acuerdos buscan primordialmente minimizar la guerra que ha vivido Colombia por más de 50 años, desactivar espíritus rencorosos; estas frases son muy reiteradas, surgen en estos momentos coyunturales, pero lo más importante es que las tengamos en cuenta en nuestro pensar y actuar, precisamente en estos momentos decisivos para el país, que vive una confrontación bélica de la cual, por fortuna estamos saliendo
En cumplimiento a este proceso la extinta Farc, según lo expresó Timochenco, de ahora en adelante, su nombre real Rodrigo Londoño (deben acabarse también los alias) “a partir del 20 de junio se cambian las balas por la palabra, única herramienta con la que se buscará la paz, sin embargo esta paz encontrará fuerzas antagónicas y belicosas que harán hasta lo imposible por truncar su feliz realización”, de allí que voceros y miembros de este propósito se encuentren en diferentes escenarios de Colombia, socializando la connotación de los acuerdos tal y como son.
En este primer proceso político, campaña electoral 2018 – 2022, las Farc no llevarán candidato propio a la Presidencia, pero establecerán convenios con otros grupos. En cuanto a otras corporaciones públicas irán con candidatos propios de su organización. Como quiera que este proceso político se convierte en una novedad de gran dimensión, Colombia entera espera que este ejercicio democrático conduzca a futuro a consolidar escenarios de paz.
Quienes apoyan estos acuerdos, están pidiendo desde ya al Gobierno Nacional adoptar todas las medidas posibles para que no se repita el genocidio del que fue víctima el M-19 y la UP.
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Por Jairo Franco Salas